Comercio local

El buen tiempo otoñal está favoreciendo que salgamos a pasear. Anochece antes, si no llueve o el frío es indulgente, plazas, calles y terrazas hilvanan las tertulias cotidianas y las conversaciones aplazadas al hilo de los días. A la vez, vemos cómo se va instalando ... el alumbrado navideño y decorando los comercios. ¿Contribuyen a la animación de las calles los arcos, las esferas y conos luminosos de cara a la Navidad? ¿Es un despilfarro o se convierte en una necesidad para los ayuntamientos y las tiendas para no ser señalados aquellos que no se suman al espectáculo? Estoy seguro de que en una consulta popular la respuesta estaría muy igualada. En cualquier caso, con o sin luces, los ciudadanos llenan las calles y miran los comercios pensando en las fiestas navideñas, 'black friday' mediante. Y en el bolsillo, claro. ¿Qué poner para comer? ¿Lo reservaré ya? Y un apartado fundamental, los regalos para familia y amigos. De nuevo un equilibrio en la decisión entre la realidad y el deseo cernudiano, entre el precio y lo que me gustaría comprar. Pensar, decidir. Mirar escaparates, entrar, preguntar, mejor si es en el comercio de toda la vida, ese al que voy siempre y me tratan muy bien, donde me conocen. O conozco a los dueños y son de aquí. Sí, ese pequeño comercio de proximidad que se está batiendo el cobre frente a las grandes superficies, que sobrevive en los centros de las ciudades frente a las multinacionales de las grandes marcas. Puede ser que no tenga en este momento lo que quiero, pero si voy con tiempo, lo pedirán. Es una tentación comprar por internet, más rápido, acaso más barato. Pero mi decisión, sumada a la de otros vecinos, vaciará el comercio local y poco a poco despoblaremos nuestra ciudad. Todos, con nuestra decisión individual, podremos evitarlo.