Espacios con memoria

La trama urbana de las ciudades se conforma con la red de calles y plazas, edificios, comercios, oficinas, el sector de la hostelería más algún parque. El paso del tiempo va modificando el ecosistema, unas veces de forma abrupta: la demolición de un viejo inmueble ... y la sustitución por uno nuevo; otras, de un modo más sutil: una fachada renovada, el cambio de un negocio. Quienes viven diariamente en ese entorno no perciben los cambios salvo que supongan la desaparición de una arquitectura emblemática de la cartografía urbana o que la modifique de un modo acusado. Son los que vuelven después de un tiempo fuera los que observan todos los cambios que se han producido. En muchas ocasiones, son los servicios de atención al público mencionados al comienzo de estas líneas los que pasan a representar al espacio en el que se encuentran. Olvidamos los nombres de las calles y nos referimos a ellas por aquellas oficinas, comercios o lugares de ocio en las que se ubican. Tengo la percepción de que antes había más continuidad en los establecimientos. Muchos comerciantes lo eran de toda la vida transmitiendo el negocio a sus hijos. Ahora, con la incertidumbre económica, me da la impresión que ya no hay tanta continuidad. La crisis provoca que muchos ilusionados autónomos cesen al poco tiempo de iniciar su aventura empresarial y con ello, los espacios que ocupan quedan cerrados. La bajada de las persianas, unas veces por jubilaciones, otras por fracasos empresariales, unido a alquileres por las nubes, configura el desolador panorama de nuestras ciudades. Pero para el ciudadano aún persisten en su recuerdo la imagen de algunos de aquellos locales que eran de toda la vida. Son los espacios con memoria. Yo aún sigo diciendo en la calle del Garcilaso, del Principal, donde estaba Paco Cayón, Capillas, al lado de Antonino, donde Diestro, la esquina del Viena, los soportales del Saja, del Sago…