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En las pequeñas ciudades aún se mantiene la costumbre de colocar esquelas en las paredes. Así sucede en Torrelavega. No se ve en las grandes urbes. Por lo general hay un lugar concreto en el que se pegan a la pared. Las funerarias suelen pedir ... a los familiares en qué sitios quieren que aparezcan. Lógicamente, tienen preferencia por el entorno en el que ha vivido el fallecido, luego en cada ciudad hay dos o tres puntos habituales. Estos lugares suelen ser de paso frecuente de los vecinos. Los soportales. Alrededor de los tristes anuncios se forman pequeños grupos que comentan la noticia: ¿quién era?, ¿dónde vivía?, ¿quiénes eran sus familiares?, hacía tiempo que no sabía de él, ¿estaba enfermo?, ¿cuándo es el entierro? Son breves conversaciones entre vecinos en las que se ponen al día del vivir cotidiano.
Ayuda en la información la fotografía del difunto que algunas esquelas incluyen, una costumbre que no existe en otras comunidades y que sorprende mucho a los de fuera. El fallecimiento del querido y entrañable José Ignacio Peña habrá sido un ejemplo. Otra información frecuente de las esquelas es la empresa en la que el difunto ha trabajado. Es un dato curioso, alude a un tiempo en el que los trabajadores tenían contratos estables y sentían una cierta empatía con la empresa, había una cierta implicación emocional. Habían trabajado en ella toda su vida, desde sus comienzos laborales.
En Torrelavega vemos referencias a empleados de la Sniace, Solvay, RCA... Sucede parecido con determinados dependientes de los comercios y camareros de bares y restaurantes. Despacharon al público durante su vida profesional, eran como de la familia de los dueños del establecimiento, con un trato de cercanía a los clientes. Ahora, con los contratos temporales, el nomadismo laboral, esa información sería imposible.
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