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El pasado fin de semana, más largo de lo habitual para algunos trabajadores al poder establecer algo tan peculiar en la cultura española como son los puentes, muchos ciudadanos cumplieron el ritual de visitar los cementerios para dejar unas flores a sus familiares o amigos. ... El buen tiempo otoñal contribuyó a que hubiese más gente y destacase la policromía floral. Tengo la impresión de que es un ceremonial que se está adelgazando en el tiempo, más propio de las personas con más edad. Es cierto que algunos cumplen la entrañada costumbre para seguir los deseos de sus padres, para repetir lo que ellos hacían y perpetuar de alguna manera su recuerdo: es lo que hacía mi madre llevando las flores a sus padres, dicen. Y sí, es una costumbre, como limpiar los enterramientos, más propia de las mujeres, como señalaba en este mismo periódico el columnista Alonso de la Torre. Hay quienes no esperan al Día de Todos los Santos y se acercan semanalmente ante la tumba de sus familiares fallecidos. Las incineraciones y el consiguiente esparcimiento de las cenizas del difunto en lugares naturales o sentimentales y la deslocalización laboral han contribuido a que este rito vaya perdiendo practicantes.
El pasado fin de semana, más largo de lo habitual para algunos trabajadores al poder establecer algo tan peculiar en la cultura española como son los puentes, muchos ciudadanos cumplieron el ritual de visitar los cementerios para dejar unas flores a sus familiares o amigos. El buen tiempo otoñal contribuyó a que hubiese más gente y destacase la policromía floral. Tengo la impresión de que es un ceremonial que se está adelgazando en el tiempo, más propio de las personas con más edad. Es cierto que algunos cumplen la entrañada costumbre para seguir los deseos de sus padres, para repetir lo que ellos hacían y perpetuar de alguna manera su recuerdo: es lo que hacía mi madre llevando las flores a sus padres, dicen. Y sí, es una costumbre, como limpiar los enterramientos, más propia de las mujeres, como señalaba en este mismo periódico el columnista Alonso de la Torre. Hay quienes no esperan al Día de Todos los Santos y se acercan semanalmente ante la tumba de sus familiares fallecidos. Las incineraciones y el consiguiente esparcimiento de las cenizas del difunto en lugares naturales o sentimentales y la deslocalización laboral han contribuido a que este rito vaya perdiendo practicantes.
En cualquier caso, los cementerios no dejan de ser la memoria de una ciudad, de sus vecinos. Son algo más que una relación de nombre y fechas en las lápidas. Detrás de esos datos hay vidas que han contribuido a construir la ciudad. Así lo han entendido Tomás Bustamante y Amparo Fernández-Regatillo, que ya han publicado cinco entregas sobre la historia del cementerio de Geloria. Un trabajo de documentación ingente con abundantes notas, reseñas biográficas, listado de oficios y profesiones y enfermedades que causaban muertes. Un acercamiento en papel a páginas de nuestra historia que son memoria. En cualquier caso, los cementerios no dejan de ser la memoria de una ciudad, de sus vecinos. Son algo más que una relación de nombre y fechas en las lápidas. Detrás de esos datos hay vidas que han contribuido a construir la ciudad. Así lo han entendido Tomás Bustamante y Amparo Fernández-Regatillo, que ya han publicado cinco entregas sobre la historia del cementerio de Geloria. Un trabajo de documentación ingente con abundantes notas, reseñas biográficas, listado de oficios y profesiones y enfermedades que causaban muertes. Un acercamiento en papel a páginas de nuestra historia que son memoria.
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