Móviles

Estamos asistiendo estos días a un intenso debate sobre la dependencia de niños y adolescentes de los móviles. En todos los ámbitos, pero especialmente en las aulas. Ministerio de Educación, consejerías del ramo y centros educativos tratan de establecer normas para regular su uso y ... esperan contar con el apoyo de padres y tutores. Las medidas serán más eficaces si se comienza en los primeros tramos de la vida de los niños, cuando se va produciendo la adicción apenas sin darse cuenta. La actualidad del debate puede provocar paralelamente algunas reflexiones sobre este mismo tema si lo extendemos a la utilización del celular, como dicen los sudamericanos, por parte de los mayores. ¿Están los adultos igualmente condicionados que los adolescentes? ¿No hay también una dependencia más allá de ser una herramienta de trabajo o comunicación necesaria? ¿Comodidad, utilidad o automatismos adquiridos? La imagen de adultos en espacios públicos con el móvil en la mano es habitual. Nos convertimos en una extensión del móvil. Leemos la prensa, artículos, nos enviamos memes, escribimos a familiares y amigos dónde y con quién estamos, lo que estamos comiendo, hacemos pasatiempos… y nos llamamos. El sonido del mensaje que llega es constante. Y no siempre nos reprimimos según en el espacio en el que estemos. Dos anécdotas en este sentido. Una. Modero un coloquio. De repente, delante de la tribuna, una persona se pone a hablar con el teléfono. Dos. Representación teatral en Torrelavega. Una actriz principal, en un movimiento rápido, elegante y discreto, se acerca a la primera fila y con un movimiento de la mano, le retira el móvil a un espectador que estaba enviando un mensaje. Los mayores debemos ser un ejemplo, un espejo para los niños. Padres y profesores especialmente. Una parte del aprendizaje es por imitación.