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Cuando nuestro cuerpo sufre una agresión por diversas causas: una caída tonta (como si las hubiese inteligentes), un golpe casual o una intervención quirúrgica, tratamos de ocultarla. Y no sólo por razones higiénicas. Un esparadrapo para un rasguño, unas gafas de sol para que no ... se vean los moratones del ojo o ropa amplia que tape todo lo posible, por ejemplo. No nos gusta que se vean los signos del tratamiento. Todos, en mayor o menor medida, cuidamos nuestra estética. Cuando esa herida que nos desagrada tarda en curarse y persisten los signos exteriores no es solo la recuperación de la misma lo que nos preocupa, sino también el tener que dar explicaciones y continuar con la incómoda imagen. ¿Todavía estás así? Es la pregunta que a veces nos hacen.

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