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Tim Gurner, uno de los hombres más ricos de Australia, cree que es necesario que aumente el desempleo para acabar con la arrogancia de los trabajadores: «El paro debe subir hasta un 50%. Tenemos que ver dolor». Esta no es una noticia falsa, responde a ... las declaraciones que este personaje ha realizado hace unos días en una reunión de empresas inmobiliarias.
El índice de paro en Australia es del 3,7% y el millonario piensa que para evitar la «arrogancia en el mercado laboral» el desempleo debería de aumentar entre un 40 y un 50%, lo que posiblemente «hará que las persona asalariadas tengan claro que trabajan para las empresas y no al revés», pero que llevaría también, aunque eso no lo dice, a 200.000 personas a perder su empleo.
Hace ya muchos años que otro empresario, el estadounidense Warren Buffett, afirmó que «hay una guerra de clases, de acuerdo, pero es la mía, la de los ricos, la que está haciendo esa guerra, y vamos ganando».
Al igual que ahora, aquellas afirmaciones de Buffett fueron recibidas entre el aplauso firme de algunas personas y el oprobioso silencio de muchas otras, que ayer, al igual que hoy, deberían haberlas entendido no sólo como una provocación, sino como una auténtica declaración de guerra.
Una guerra en la que ningún ámbito queda al margen. Quienes dirigen el sistema no sueltan ninguna pieza que les pueda proporcionar beneficios, vengan estos del control y la manipulación, de la sanidad, de las armas, del medio ambiente o de la alimentación.
Y mientras un uno por ciento de la población mundial se enriquece hasta cifras absolutamente repugnantes, el resto de la humanidad se pelea para recoger las migajas que caen de la mesa de los Epulones de turno. Y así nos va.
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