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En el contexto de una situación no habitual, nueva, desconocida -aunque no es la primera pandemia que ha conocido la humanidad-, se generan cuestiones que tocan diversos aspectos no exentos de incertidumbres, prognosis y miedos.
Muchas de ellas se relacionan con la dimensión ... de la afección en las formas de nuestra convivencia, las maneras de relacionarnos, el transcurso de nuestro día a día, y todo ello frecuentemente con una proyección en el tiempo. El área del cambio social cubre algunas de las cuestiones que muchas personas se plantean. Diversos factores, en mayor o menor medida y no necesariamente desligados entre sí, conllevan cambios sociales. Como ejemplo paradigmático en tiempos relativamente contemporáneos puede citarse la aparición de las máquinas durante la revolución industrial o internet en tiempo más reciente. En ambos casos interviene el factor tecnológico. Y en ambos casos hay una implicación de cambio en formas y realidades sociales: la manera de relacionarnos y de disponer de nuestro tiempo, las realidades laborales, el tiempo y forma de transacciones, etc. Hay otros factores de cambio social: población, movimientos sociales, las propias pandemias... Aunque en la actualidad es el factor tecnológico y científico el más reseñable y el que más sinergias nutritivas establece con los demás.
Primero haré alguna consideración antes de hacer alusión a un aspecto que considero destacable: la información. La pandemia abarca un periodo de tiempo relativamente largo. Algunos procesos de evolución y cambio ya en marcha, como el ámbito tecnológico, siguen su curso y no han dejado de hacerlo. Mientras, realidades cotidianas no conocidas por parte de la población se incorporan a nuestra vida en el ámbito del tiempo y en la forma de habitar el domicilio. El previsible mayor porcentaje de teletrabajo aúna los dos puntos mencionados anteriormente. Sin embargo, estos ejemplos expuestos, no significan que la realidad social venidera haya de identificarse con el periodo pandémico. En un sentido distinto es previsible que, por ejemplo, el transporte público vuelva a aumentar en número de usuarios. Destacable es que un modelo cerrado, de características más o menos variables pero prefijadas, no tiene nada que ver con una dinámica de cambios sociales en una sociedad abierta, utilizando la terminología de Karl Popper.
Con respecto a la información, estamos acostumbrados a desenvolvernos en un contexto en el que el derecho a la información es importante. No tanto porque cobre especial peso -para un correcto desenvolvimiento durante la pandemia así tiene que ser- el deber estar informados. Este hecho es relevante y conlleva aspectos a tener en cuenta. Desde hace ya bastantes años se habla de la sociedad de la información. Aunque las definiciones restrictivas y unidimensionales no son de mi entero agrado, es evidente que la información tiene un peso muy importante en nuestras sociedades. Por esa razón los aspectos relacionados con la información tienen su importancia.
Durante un tiempo, hace ya casi un año, esa realidad coincidió con una actitud hostil -inherente a concepciones de identidad y esencia totalitaria- por parte de algunos sectores de la sociedad hacia algunos medios de comunicación no ligados al poder político ejecutivo y sus ramificaciones. En definitiva, contra la pluralidad y libertad. Ese binomio, al igual que la situación sanitaria, no debe formar parte de tiempos pospandémicos.
La pandemia se superará. Lamentablemente han fallecido y fallecen muchas personas. Las vacunas son parte sustancial de la solución, la ciencia sale reforzada. Habrá una situación socioeconómica muy difícil, de la que la pandemia ya no formará parte como tal. Como en otras crisis habrá intentos de aprovechar la situación para causas o posicionamientos ideológicos no adecuados y del ámbito antisistema.
En esta ocasión se suman a los distintos marxismos los anarquismos. El anarquismo, con su lado violento, va muy ligado a la concepción de lo normativo y ha habido y hay caldo de cultivo. No auguro éxito a esos movimientos, pero se está gestando. Hay además una preocupante tendencia -no desligada a intereses destructivos y lucrativos- a la irracionalidad mal racionalizada en parte de la sociedad. El sentido común es un buen antídoto aunque puede resultar insuficiente. Inherentes, lógicas y necesarias reacciones a ese conjunto acaban ahondando en polarizaciones. Corrupciones, más en crisis y precríticas, relacionadas con subsistemas sociales restan legitimidad. Y necesitamos de la política.
Desde un modelo de sociedad abierta, dinámica en mejoras, en concordancia con nuestro entorno de la Unión Europea, se podrá superar la crisis.
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