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En 62 años de dictadura, sí, de férrea dictadura por mucho que quieran suavizarlo nuestros comunistas de salón, hemos conocido muchas Cuba: la de los balseros, la de los misiles, la de Fidel, la de Raúl, la de sus avezados discípulos aplicacomunismo... Y mientras, nosotros ... solo hemos querido ver a la Cuba de las canciones y lo sensual. La de las habaneras, la de la salsa, la de guantanamera, la de la Negra Tomasa, que era a la vez la de los coches bonitos y escacharrados y la del Malecón de sentimiento.
Pero de pronto, en 72 horas de heroísmo, hemos reconocido de nuevo a la auténtica Cuba y se nos ha venido el mundo encima. Vimos a la Cuba del día a día, la de las cartillas de racionamiento, la de la bota soviética que mientras el mundo abandona el comunismo los cubanos con su ortodoxia y la sinrazón de dirigentes caducos, en lugar de levantar la puntera aprietan aún más el talón con fuerza inusitada.
Tuvimos siempre Cuba y España un compromiso, una relación amorosa especial, sobre todo en esta parte atlántica que mira hacia allá cargada de salitre: Galicia, Asturias, Cantabria, que no se rompieron después de aquella pantomima americana del hundimiento del Maine, disculpa bélica para echarnos de allí. Yo, como muchos de ustedes, tuve un bisabuelo en la guerra de Cuba. Un joven oficial que volvió humillado por el tratado de París pero con el mismo amor arrobado por la isla. No fue un buen negocio para los cubanos la sustitución de la Madre Patria por una madrastra engreída tras una guerra tan desigual como inventada. Una armada de zozobra frente a otra que era la más poderosa del universo y que por cierto estaba comandada por Theodore Roosevelt, más tarde presidente americano.
Eran tiempos en España de gobierno débil, liderado por Praxedes Mateo Sagasta, sacudido por el malestar social, la corrupción y sucesivas guerras de independencia que desde el año 1865 se venían librando en Cuba y Filipinas. Gobierno débil que propiciaba oportunidades a los enemigos y además Parlamento dividido -¿les suena?- que supuso el fin de nuestra historia colonial. Pero nuestra presencia era puro sentimiento y nunca dejó de serlo.
Aún estando solos, los cubanos no están solos. Busquemos fórmulas de liberación para Cuba desde Europa. Pongámonos a ello.
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