Hoy no, mañana
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Llamar Corredor del Atlántico a una red ferroviaria que no une a las ciudades de la costa cántábrica es una tomadura de peloHe estado dudando si, recordando al genial José Mota, titular este artículo como lo he hecho o si, por el contrario, debía inclinarme más por el literario «vuelva usted mañana». He optado por la primera opción pues me parece que, dado que nuestra cultura televisiva ... es, sin lugar a dudas, mucho mayor que la literaria, creo que sería más reconocida; en todo caso, supongo que levantará una sonrisa en más de uno.
Cualquiera de las dos opciones, sin embargo, reflejaría perfectamente la situación que vive Cantabria en lo que atañe al tratamiento que el Gobierno central nos concede en materia de desarrollo de infraestructuras. Cierto que, en la actualidad, se están desarrollando en nuestra región algunas obras públicas de gran relevancia -en particular las relacionadas con el nudo de Torrelavega y los accesos al Puerto de Santander- pero cierto también que estas obras, y otras, deberían haberse emprendido y culminado hace unos cuantos años.
El abandono (relativo) en el que está sumido Cantabria en esta materia se ejemplifica en lo desesperantemente lentas que van las obras del AVE o en la no iniciación de los trabajos de duplicación de la vía Santander-Torrelavega. Para más Inri, hace poco leíamos en estas mismas páginas que nuestra región se quedaba «otra vez fuera de la red ferroviaria que opta a los fondos UE del Corredor Atlántico», lo que significa que tendremos que esperar más a que nuestra pésima red se conecte como es debido a las más importantes del país. ¿Cuánto más? Nadie lo sabe, aunque los políticos regionales señalan que no será mucho puesto que se espera entrar en el nuevo mapa en 2023.
Puede que sea así, pero yo, honestamente, me permito dudarlo Y lo hago tanto en virtud de la experiencia acumulada cuanto porque, para nuestra desgracia, las cifras no dan, ni desde el punto de vista político ni desde la perspectiva económica. Trataré de explicarme.
Dejando de lado la tomadura de pelo que supone llamar Corredor Atlántico a una red ferroviaria que no une entre sí a ninguna de las ciudades de la costa cantábrica (no sucede esto, claro está, con el Corredor Mediterráneo), lo llamativo es que Cantabria es la única capital autonómica que se queda al margen de la financiación europea, lo que es lo mismo que quedarse en el limbo. ¿Y por qué? Pues porque, como apuntaba antes, no dan los números.
Hace algún tiempo, y a petición del Gobierno regional, mi colega Adolfo Maza y yo elaboramos un informe titulado 'Estudio del impacto económico potencial del enlace ferroviario de la Cornisa Cantábrica' en el que apuntábamos cuál podía ser tal impacto y, desde la perspectiva de hoy, subrayábamos la escasa masa crítica que, desde la óptica económica, supone la cornisa y más en concreto, Cantabria. Con datos de 2016, que en lo esencial siguen siendo válidos hoy, se indicaba que las regiones que conforman la Cornisa representaban, aproximadamente, el 14% de la población, del PIB y del empleo español, cifras que están muy por debajo de las que suponen las regiones mediterráneas. El problema es que la situación es mucho peor cuando sólo nos referimos a Cantabria pues, como es bien sabido, su peso en el conjunto nacional en las tres magnitudes mencionadas viene a situarse entre el 1,2 y el 1,3%. Con estas cifras es evidente que no somos y, probablemente, nunca seremos una prioridad para el gobierno central, ni en lo que atañe a las infraestructuras ni, por desgracia, en todo lo que concierne a las inversiones públicas.
Desde la óptica económica somos irrelevantes, ¿qué decir de la vertiente política? Con la escasa representación montañesa en el Congreso de los Diputados, y con el agravante de que algunos defienden más los intereses de partido que los de la región, no es de extrañar que el 'papeluco' y ahora la conexión con el Corredor Atlántico vivan una vida muy azarosa.
La única esperanza que nos queda es que las cuatro autonomías que conforman la Cornisa hagan, de verdad, causa común y actúen de forma coordinada y conjunta frente al gobierno central. Lamentablemente, y por encima de la palabrería hueca de los políticos, esto no ha sucedido, ni, a la vista de la experiencia, parece probable que suceda. Los únicos que podrían empujar algo en este sentido, creo yo, son los vascos, y tampoco veo que peleen mucho por ello. Así que, en efecto, hay que concluir que «hoy no, mañana».
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