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Este domingo ha tenido lugar en Madrid una manifestación, a la que han acudido centenares de personas, en contra del uso obligatorio de la mascarilla en todo el territorio español, incluso cuando hay distancia de seguridad. La manifestación también ha servido para que los ... asistentes mostraran su postura en línea con las teorías conspiratorias que rechazan que exista el coronavirus y que, por ejemplo, echan la culpa al 5G; y se han alineado con la posición antivacunas, rechazando que la futura vacuna contra el coronavirus sea obligatoria.
A pesar de que la manifestación estaba convocada para rechazar el uso obligatorio de las mascarillas impuesto en toda España, los organizadores de la misma pedían a los asistentes que portaran la mascarilla para que las autoridades no les acusaran en el futuro de provocar rebrotes en Madrid. Sin embargo, a pesar de la intención de los convocantes, se ha visto a muchos manifestantes sin protección en su rostro. Lo que no se ha visto es distancia social entre los participantes, lo que ha provocado la indignación en las redes sociales ante lo que se considera un peligro para la salud pública y una fuente de futuros contagios.
Los organizadores ya habían mostrado en las redes sociales su desacuerdo con la imposición del uso de la mascarilla, una medida que les parece desproporcionada. Bajo el hashtag #Madrid16A, pretendían juntar a un millón de personas en Madrid, como sucedió, decían, en Berlín hace algunas semanas. La realidad es que en Berlín participaron unas 20.000 personas en la manifestación del 1 de agosto, y en la Plaza de Colón se han congregado entre 1.000 y 3.000 personas, algo lejos del millón soñado.
Cualquiera es libre de creer que esto es un invento de los políticos, que lo han organizado todo porque el mundo está superpoblado; o que el coronavirus es un arma biológica creada genéticamente por los chinos, o que se transmite por las ondas electromagnéticas de la red 5G, o que todo ha sido diseñado por Bill Gates para introducir una vacuna global con la que ahora nos inyectarán unos chips para poder tener controlada a la humanidad. Pero nadie tiene derecho a imponer esas ideas, ni a investirse como el representante del pueblo cuando sólo tiene detrás un puñado de personas.
Un hombre sabio, Isaac Asimov, dijo una vez que «la cepa de anti-intelectualismo ha sido un hilo conductor que serpentea a través de nuestra vida política y cultural, alimentado por la falsa noción de que la democracia significa que mi ignorancia es tan buena como tu conocimiento».
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