Ni mansos ni jacobinos
LA TIERRA DORMIDA ·
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LA TIERRA DORMIDA ·
Si la oposición supiera unirse sin odios atávicos, posiblemente ya estaría rehabilitado el Palacio municipalDe los 27.173 torrelaveguenses que en 2019 emitieron un voto válido, 12.785 no apoyaron al PRC o al PSOE. Son los ciudadanos que ... están detrás de la oposición al Gobierno municipal, un 41,38% de los vecinos. Es tanto, como para que los que gobiernan lo hagan sin zaherir en exceso al contrario, y que quienes no lograron el bastón municipal opositen con responsabilidad. Es usual justificar a una oposición cuando es famélica diciendo que lo es porque la ejerce «con responsabilidad» -en otras palabras, ayudando a los que gobiernan- y éstos, a veces ensoberbiados, se creen revestidos de suficientes razones como para no contar con el contrario. La oposición tiene el deber principal de poner límites a quienes con su mayoría pretenden gobernar creyendo que un puñado de votos les da derecho a no escuchar a quienes no comparten sus ideas y la manera de materializarlas.
La oposición tiene la obligación de levantar la voz -sin histerismo-, hacerse oír, impulsando un debate que, seguramente, tratarán de sustraerle. Si lograran unirse, sin odios atávicos, mostrando cuando sea necesario una postura común, posiblemente ya estaría rehabilitado el Palacio municipal. Una oposición muda o colaboracionista lo único que logra es dejar la vía expedita a quienes gobiernan, mientras que si la ejercen irresponsablemente, se alejarán de la posibilidad de llegar a gobernar.
Ambas actitudes deberían ser tenidas por execrables, mostrando, además, indeseado desinterés o debilidad, y ya se sabe que los débiles se vuelven más proclives a acurrucarse en el poder, obteniendo así rentas que les permitan vivir -o cobrar- tranquilos; para justificarse, se echa la culpa al empedrado, y cuestión resuelta. Ahora bien, ser contestatario no significa que el debate se convierta en un gallódromo en el que la inteligencia y el buen juicio queden anulados por quien tenga los espolones más enhiestos. Todo lo equilibrado debe despojarse de aspavientos. Una oposición átona puede contribuir -de hecho lo hace- a empingorotar al gobernante, a esculpir un tótem, y los caudillismos tienen nombre, incluso, en democracia.
No es aconsejable gobernar u opositar con las manos en los bolsillos o con los bolsos en bandolera. Ni mansos ni jacobinos. La oposición, aún sin mando, tiene poder, porque es responsable, con su desinterés o con su trabajo, del presente y futuro de esta ciudad. Dejarse embelesar por las buenas formas, o desacreditarse hozando en barro, lleva al desencanto a los que, sin fortuna, les votaron, y que suelen terminar apartándose de ellos. Nunca más vigente que ahora el pensamiento del canciller Otto Von Bismarck, cuando dijo que el político es el que piensa en las próximas elecciones, y el estadista, el que piensa en la próxima generación. Paso corto y mirada larga, solía sentenciar el alcalde Portilla.
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Ana del Castillo
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