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Cuando los discursos políticos pasan de las palabras al papel, y concretamente a las páginas del Boletín Oficial del Estado, los excesos afloran y tienen consecuencias. Legislar requiere de un principio que se supone poseemos todos los humanos: sentido común. Cuando este pilar de todo ... orden social se quiebra, surgen problemas que nunca debieron aflorar. Los ejemplos de esta mala forma de hacer leyes se acumulan en España, una nación que parece estar en constante proceso de construcción. Un país incapaz de sentar bases sólidas y coherentes.
Un ejemplo paradigmático de llevar ensoñaciones y posiciones ultras al BOE lo hemos visto en Cantabria, con el ingreso en la cárcel de El Dueso de dos personas que tienen todas las características masculinas pero que, en su documento nacional de identidad figuran como mujeres y como personas del género femenino deberán ser tratadas en prisión. No parece que esa posibilidad de cambiar, en el plano legal, el sexo suponga mejorar las condiciones de quienes padecen disforia de género ni, mucho menos, beneficiar a las mujeres.
Ante ese hecho, incontrovertible, silencio. Los diputados que votaron en el parlamento español esa ley ni siquiera han admitido que se equivocaron. Mucho más lejos queda el propósito de reformar la legislación: Solamente el silencio y seguir adelante para que el daño de lo legislado se perpetúe.
Llegará un momento en el que habrá que poner de relieve quiénes votaron esa ley, porque los diputados no tienen mandato imperativo y no se deben al partido que les colocó en su candidatura, si no a los votantes, a todos los españoles.
Esta ley, que permite el cambio legal de sexo con facilidad, elimina, de facto, las medidas conseguidas por los grupos feministas para potenciar la presencia de mujeres en los cargos públicos o en otros estamentos de la sociedad. Con la nueva legislación la paridad en las listas electorales es fácil de eludir, basta con un simple trámite en el registro civil. El feminismo guarda silencio ante una ventana legal que deja sin efecto sus conquistas en pos de la igualdad.
Otra de las reivindicaciones permanentes, y de plena justicia, ha sido, y sigue siendo, la ruptura del 'techo de cristal'. Las estadísticas, la realidad, indican qué, si bien es cierto que tanto en lo público como en lo privado las mujeres han ganado cuota de presencia, también es comprobable que existe una minoría de mujeres en los altos cargos, tanto de entes políticos como de empresas privadas, sociedades y organismos.
Basta una mirada sobre el gobierno de la nación, los de diferentes ejecutivos autonómicos, organismos estatales o regionales, etc. para comprobar que el 'techo de cristal' se mantiene firme, apenas con leves grietas. Nunca una mujer ha presidido el gobierno de España y en muchas comunidades autónomas sucede lo mismo. Por no hablar de rectorados universitarios, decanos de colegios profesionales y un largo etcétera.
De pronto, una región, Cantabria, hace añicos ese techo de cristal: La presidencia del gobierno la ocupa una mujer, por primera vez en la historia. La alcaldía de Santander, el municipio más grande de la comunidad, también tiene a una mujer al frente. Lo mismo sucede con otros organismos de máximo nivel: la presidencia del parlamento regional y la delegación del gobierno de España son ocupados por mujeres. Por si faltara la guinda la jefatura superior de policía, un cargo con marchamo masculino, la ostenta una mujer con sobrados méritos. En el ámbito de lo privado, Ana Botín preside la entidad financiera más importante de España y una de las más importantes del mundo.
Con estos datos, Cantabria se ha puesto a la cabeza de las regiones españolas en lo que se refiere a que las mujeres ocupen los más altos cargos en el sistema público y privado. Un logro que debería resaltarse, porque si bien es necesario evidenciar los defectos, las carencias y los errores, de la misma forma se deben elogiar y resaltar los éxitos.
Ante esta realidad del ascenso de las mujeres hasta más altas cotas, silencio. Ni un solo aplauso. Ninguna de las numerosas asociaciones que llevan el feminismo por bandera ha felicitado a los cántabros por esta hazaña. La meta lograda no ha merecido el más leve elogio.
El sistema democrático debe reconocer y denunciar los errores, para intentar corregirlos. Del mismo modo, es necesario que reconozca y elogie la buena praxis para marcar el camino hacia una sociedad mejor, más igualitaria, alejada de la discriminación padecida por las mujeres durante siglos.
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