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La Real Academia Española ha elegido dana cómo la palabra simbólica del año que termina. Me atrevo a sugerir que en segunda posición bien podría situarse bulo. La polémica sobre las noticias falsas, las invenciones y las leyendas urbanas ha permeado los medios de comunicación ... y las conversaciones callejeras. Tal parece que las noticias falsas fueran algo novedoso, cuando son tan antiguas como la humanidad. La historia es feraz en casos en los que la mentira, bien modelada, ha sido instrumento para desatar guerras, persecuciones y progromos. El bulo es una versión de la mentira urdida con la clara intención de defender una tesis equivocada o para agitar a la población.
Los bulos acumulan negras páginas del pasado. Han provocado matanzas, movimientos migratorios y una larga lista de atrocidades. Ahora, las mentiras interesadas, o simplemente estúpidas, son un instrumento político utilizado como escudo o como lanza. Los bulos sirvieron para caricaturizar a los judíos como asesinos de niños, a los afrancesados como enemigos de España y a los clérigos como pérfidos envenenadores de caramelos para matar a los niños.
En las guerras se utilizan para sembrar el desconcierto entre el enemigo y quebrar la moral de la población. En la guerra civil española las noticias alarmistas eran severamente perseguidas y se castigaba con dureza a quienes expandían ese tipo de informaciones o rumores. En la portada de El Diario Montanés, de principios de agosto de 1937, con el periódico intervenido por el Gobierno de la república, aparece un anuncio en el que se dice que los «Los bulistas (divulgadores de informaciones derrotistas) tienen un sitio en el barco» (en referencia al buque prisión Alfonso Pérez).
Una seria amenaza contra los que hacían comentarios sobre los avances de las tropas de Franco.
En nuestros días parece que se ha invertido el planteamiento: en lugar de desmentir las noticias falsas, se utiliza su existencia para convertir verdades en posibles mentiras. Y en una tendencia a la sobreprotección de los españoles, como si fuéramos menores de edad o incapaces de un mínimo atisbo de raciocinio, el padre Gobierno trata de tutelarnos. Gobernantes, políticos, periodistas, etc. afirman con aplomo que un hecho cierto es simplemente un bulo y con ello eluden dar explicaciones.
La situación es grave, porque se ha llegado a una situación en la que la mentira no tiene consecuencias y la verdad carece de valor. Una sociedad moralmente sana repudia a quién miente. A base de repetir falsedades y de negar lo evidente se ha alcanzado un estado ético en el que lo falso vale igual que lo auténtico.
A los mentirosos, a quienes falsean la realidad, una buena parte de los españoles les ha otorgado bula. No tienen en cuenta sus falsedades y cuando una mala conducta no tiene ni siquiera el reproche moral, el diagnóstico no puede ser otro que la existencia de una enfermedad, un virus que deja desactivada la razón y conduce al fanatismo.
Desde diferentes organismos, el primero el Gobierno, se pretende legislar para restringir, al menos parcialmente, la libertad de expresión. Y hay métodos no traumáticos para hacerlo, por ejemplo: que cualquier mensaje en los diferentes foros deba aparecer con la identidad real del autor. Es necesario recalcar que la libertad, en todos sus aspectos, conlleva la asunción de la responsabilidad sobre lo que se dice o escribe. Existe la libertad en tanto en cuanto su ejercicio no se esconda en el anonimato.
Una sociedad darwinista está obligada a asumir que aquellos individuos que no se esfuerzan por acceder a una buena información se quedarán atrás, respecto de los que si ponen interés y trabajo por valorar la calidad de las noticias. Quienes no aprecien la fiabilidad de los medios de comunicación profesionales estarán en desventaja y, a corto o medio plazo, experimentarán las consecuencias de aceptar por ciertas las falsedades.
Aun así, lo ideal sería que los ciudadanos reaccionaran y sancionaran a quienes mienten dejando de adquirir determinados productos que se publicitan con bulos, apartando de su vista a quienes difunden falsedades, dejando de votar a los políticos que mienten….
Es tan sencillo como no conceder bula a quienes falsean la realidad o engañan con falaces promesas. También resulta determinante imbuir en los ciudadanos la idea de que en las redes sociales es sencillo fabricar bulos y que para acceder a información contrastada y solvente es imprescindible acudir a los medios de comunicación profesionales. Los periódicos, con trayectoria certificada, las emisoras de TV profesionales, las cadenas de radio en las que intervienen periodistas titulados son las fuentes de información esenciales. Los españoles deben aprender a leer, ver o escucharlos medios de comunicación con inteligencia.
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