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El presidente del Gobierno de España anuncia una nueva regulación para combatir los bulos. El diccionario de la Real Academia de la Lengua define bulo de esta forma. «Noticia falsa propagada con algún fin». El deseo del Gobierno de combatir la información falsa parece un ... esfuerzo superfluo, porque en España –como en la mayor parte de los países democráticos– basta con el código penal para sancionar a quienes cometan un delito de injurias, calumnias o emiten noticias falsas. Sin llegar al extremo de afirmar que la mejor ley de prensa es la que no existe, basta con los bulos las penas prescritas en la actual legislación.
En España, además, los ciudadanos cuentan con un instrumento específico para denunciar falsedades o defender su honorabilidad: el derecho de rectificación, que obliga a cualquier medio informativo a desmentir, en un brevísimo plazo, las noticias inciertas. Además, especifica que el texto de la rectificación aparezca con la misma relevancia y extensión que la información original. Este mecanismo basta para defenderse de insidias.
Con estos instrumentos se pueden invalidar los bulos y además exigir, si fuera el caso, una sanción a los autores, mediante la aplicación del código penal. Combatir la mentira es tan sencillo como emitir una información que deje en evidencia la falsedad. Si un medio publica que una persona ha recibido un trato de favor, se convoca una rueda de prensa en la que se aclare que se ha mentido y se explique cuál es la verdad. Después la víctima de la mentira puede, y debe, exigir una reparación y se aplique la pena correspondiente.
La ética de la comunicación tiene un principio troncal: Los hechos son sagrados y deben relatarse con absoluta objetividad, las opiniones son libres. La información debe ser completa para que quien la recibe pueda elaborar sus propias conclusiones.
Una manera de conducir a la opinión pública es ocultar algunos datos o resaltar otros. Es frecuente que las noticias sobre sucesos se obvien los detalles del presunto delincuente o de la víctima. El criterio de que si se incluye en la noticia la edad del presunto culpable se puede criminalizar a los jóvenes o a los viejos, carece de sentido. Lo mismo sucede con la nacionalidad u otros detalles que permiten a lector tener una visión más completa de lo sucedido.
El presidente del Gobierno de España considera un ejemplo de manipulación las noticias sobre la ocupación ilegal de viviendas. No conozco noticias falsas sobre casos de ocupación, más bien he leído reportajes en los que personas, con nombres y apellidos, ante las cámaras de televisión, denuncian los problemas de convivencia que se generan entre los vecinos de los 'okupas'. También de la vulneración de derechos básicos que sufre el propietario. Informar de hechos concretos, ciertos, nada tiene que ver con los bulos. La gravedad, o no, de la ocupación de viviendas queda al criterio de cada persona. La relevancia que los lectores otorguen a ese problema es siempre relativa, pero lo hechos no son discutibles.
Las noticias sobre la esposa del presidente deben tener el mismo tratamiento ¿Es verdad que obtuvo una cátedra sin poseer el título de graduada? ¿Es cierto que recibió en el palacio de la Moncloa a su principal patrocinador? Si esa información es falsa basta con que la afectada lo manifieste y obligue a periódicos, radios y televisiones a rectificar. Si es cierta, no existe bulo y la opinión sobre el caso corresponde a cada cual.
En el nuevo universo digital la proliferación de vídeos, post, noticias etcétera puede producir confusión en las personas con menor formación. La receta para evitar intoxicaciones es simple: acuda a informarse a los medios con credibilidad. Un periódico con redactores profesionales, un informativo de TV con periodistas titulados, cualquier medio reconocible, que no se oculte tras el anonimato, es fiable… En lo referente a los hechos. Después las opiniones que se viertan serán distintas, incluso contrapuestas.
Con las herramientas legales ya existentes es suficiente para desmentir bulos y para desenmascarar a quienes se ocultan bajo pseudónimos. En el terreno de los cobardes, que escriben y se esconden, sí es necesario que se dote de más medios a las fuerzas de seguridad para que persigan ese tipo delitos. El punto clave en la difusión de mentiras no es otro que el anonimato, que facilita el insulto, la mentira y la difamación. La policía tiene instrumentos para averiguar desde qué dispositivo se emiten esos mensajes y actuar contra los autores.
Para erradicar las informaciones inciertas se debe actuar contra los autores, sin por ello limitar la libertad de expresión. Las noticias falsas se pueden y deben desmentir para no solo iluminar la verdad, sino dejar en evidencia a quienes utilizan los diferente canales de comunicación para agredir a sus adversarios.
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