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El cuadragésimo quinto aniversario de la aprobación de la Constitución se ha celebrado con diferente entusiasmo en la geografía española. En Cantabria, dos jornadas fueron esenciales para tomar el pulso al apego y devoción de los cántabros por la Carta Magna: el día cinco, con ... dos mesas redondas en el parlamento, organizadas por El Diario Montañés, y la tradicional celebración institucional, en el mismo escenario, el día seis. De lo acontecido se pueden extraer algunas conclusiones.
En un artículo, publicado en estas páginas, el escritor y editor Jesús Herrán recordaba, con rigor histórico, que entre los pocos que votaron en contra de la Carta Magna, o se abstuvieron, estaban los diputados de Alianza Popular. La Constitución nacía con un cierto sesgo de izquierda y ahora, casi medio siglo más tarde, son los partidos zurdos y los independentistas quienes más la cuestionan. Respecto a Cantabria, la fijación de la doble vía para acceder a la autonomía fue un sello inequívoco de que la igualdad de los españoles no era un pilar, sino un mero apoyo coyuntural.
En el viejo hospital de la calle Alta, hoy sede del parlamento cántabro, se expusieron ideas interesantes en la jornada organizada por El Diario Montañés. Carmen Sánchez Morán, abogada y presidenta del CES, planteó una cuestión novedosa: para ella la existencia del derecho de gracia, que permite a los gobiernos indultar o amnistiar, es un vestigio de la época de las monarquías absolutas. Una manera de esquivar las sentencias judiciales y supone una desigualdad entre las personas que choca contra la propia Constitución.
Otra cuestión interesante planteada fue la necesidad de reformar el texto constitucional: el criterio mayoritario es que si se aborda ese asunto deberá hacerse con el máximo consenso. El clima político actual no es el más favorable y parece más urgente cumplir con lo que dice el texto constitucional que iniciar un incierto proceso de reforma.
Al margen de lo dicho en el Parlamento y del discurso serio y bien armado de Sáenz de Buruaga y el más contundente de la presidenta de la Cámara, la sombra del riesgo en el que se encuentra la Constitución estuvo siempre presente. El texto que los españoles aprobamos de forma abrumadora en el año 1978 afronta el peligro de diluirse mediante constantes modificaciones legislativas. La carta de derechos y obligaciones tiene en su interior, a modo de caballo de Troya, a quienes desean anularla y que trabajan de manera constante para lograr ese objetivo. Actúan sin subterfugios y amparados por una dejación de los dos grandes partidos españoles que, durante estos cuarenta y cinco años, han permitido el deterioro de la Carta Magna. Se empezó por admitir formas elusivas de acato y se avanza hacía la insumisión de los partidos secesionistas.
El principio de igualdad de los españoles se ha quebrado desde hace tiempo y ahora se profundiza, con el intento de forjar una nación de naciones, un país en el que, a modo de Orwell, todos seamos iguales…, pero unos más 'iguales' que otros.
No debemos olvidar que los menores de 45 años apenas conocen las dificultades que hubo que superar para llegar a la Constitución, ni pueden apreciar el desarrollo de las libertades y del bienestar que ha experimentado España en este casi medio siglo. Es necesario profundizar en la enseñanza de los diferentes artículos de la Constitución para que las nuevas generaciones internalicen los derechos y las obligaciones que garantizan la democracia.
Al margen de las diferentes posiciones ideológicas, lo esencial es recuperar el espíritu que existió en los años en los que se redactaron los diferentes artículos que componen la ley de leyes. Una inmensa mayoría de los españoles están de acuerdo en los principios sustanciales de la Constitución. Lo que se necesita, para poner punto final al estado de crispación y desconfianza presente, es recuperar el espíritu de los diputados constituyentes. Dejar a un lado los maximalismos y buscar puntos de encuentro, principalmente entre los dos grandes partidos.
La Constitución se plasma en palabras, pero también debe tenerse en cuenta su espíritu. Junto a los principios que se escriben está siempre la lealtad a las líneas maestras de la Carta Magna. Los políticos que representan a los españoles deben ser leales a la esencia misma de la democracia y no utilizar subterfugios o añagazas para, de facto, conculcar la esencia misma de lo que se acordó, por una amplísima mayoría, en un momento histórico de mucha mayor tensión que el actual. Sin lealtad la Constitución puede ser un instrumento de discordia en lugar de un instrumento de entendimiento.
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