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Cantabria es un remanso de paz, belleza y naturaleza en estado puro. Un paraíso para personas que, por una u otra razón, tengan su vida ... resuelta y no necesiten un buen puesto de trabajo, ni piensen en desarrollar ningún proyecto empresarial. Una tierra ideal para recibir visitantes de las grandes ciudades que disfrutan de una excelente gastronomía, una costa rica en playas y unos bosques de árboles autóctonos. Cantabria ofrece una infinidad de oportunidades para el ocio y el disfrute. Como contrapartida, y no porque exista incompatibilidad, carece de un tejido empresarial potente, pierde, año tras año, peso en el conjunto nacional y apenas ofrece oportunidades a los jóvenes bien preparados profesionalmente.
La decadencia de Cantabria es una realidad desde hace más de cincuenta años. Los datos oficiales están ahí para quien quiera consultarlos. Por si quedará duda acerca del presente, el último dato indica que Cantabria creció un 2,8% este último año mientras que la media española estuvo en el 3,2%. Nuestra comunidad ha perdido cuatro décimas respecto al conjunto de la nación en tan sólo 12 meses. Esta constante de deslizarse a la baja se percibe con un simple análisis de población, renta y crecimiento en general.
La pérdida de empuje, de iniciativa y de desarrollo obliga a una buena parte de los jóvenes a buscar trabajo fuera de su tierra. Muchos migran a otras comunidades y una buena parte al extranjero. Por desgracia, la decadencia se ha mantenido con gobiernos del PP y con ejecutivos del PSOE o de ambos en coalición con el PRC. Un síntoma de que nos enfrentamos a un problema muy arraigado en el centro mismo de la sociedad. Los cántabros, frente a la imagen legendaria de bravos guerreros y a la historia de emprendedores que triunfaron fuera de la tierra, parecemos hoy unos españoles conformistas y resignados a esperar lo que el gobierno central nos quiera otorgar. Unos españoles sin ambición, satisfechos de recibir turistas, incapaces de activar proyectos.
Las encuestas arrojan un resultado alarmante: una gran parte de nuestros jóvenes universitarios afirma que su deseo es entrar en la función pública.
La falta de iniciativa es la señal de alarma de una sociedad que inicia su ocaso. Sin afán de superación, sin el mínimo de ambición, no habrá avances, no habrá mejora en la vida y la utopía de quedarse inmóvil para mantener la posición, en un mundo que avanza, es simplemente eso: una utopía inalcanzable. Quien no prospere, al menos al mismo ritmo que sus vecinos, perderá su nivel de vida.
Los cántabros debemos abrir un debate sobre la situación de la comunidad y definir consensos sobre el camino a adoptar. Podemos aspirar a una comunidad abierta a nuevas iniciativas, capaz de eliminar trabas y restricciones, lista para facilitar un empuje que permita construir viviendas, asentar nuevas empresas, exigir unas infraestructuras competitivas con las existentes en el resto de España o, por el contrario, mantener una actitud conformista, convertir la defensa del medio natural en el elemento central de nuestra sociedad y proseguir legislando para entorpecer cualquier iniciativa que trate de cambiar las cosas.
Si existe una región que pueda exigir el pago de la deuda histórica esa es Cantabria. En pleno siglo XXI aun carecemos de una autovía directa con Madrid, padecemos unos trenes de cercanías anclados en el siglo XIX, el puerto mantiene su actividad, pero no puede competir los vecinos de Bilbao y Gijón, el ferrocarril de acceso a la meseta es una pieza de museo…
Las grandes empresas no encuentran atractivos para asentarse en Cantabria y los proyectos estrella, como la estación intermodal de La Pasiega, la construcción del sistema de generación eléctrica del pantano de Alsa, la planta de hidrógeno verde, etc. permanecen en el papel y las infografías, sin avanzar. Y estamos a punto de llegar al ecuador de esta legislatura. El tiempo es uno de los enemigos del avance regional, porque sin una reacción vigorosa los cántabros no lograremos alcanzar las oportunidades que ofrecen otras comunidades.
El giro radical que necesita Cantabria no será posible si no existe un acuerdo sobre la situación presente. Los partidos políticos deberían reflexionar sobre este asunto y acordar unos puntos básicos que permitan tomar impulso y garantizar que los planes a medio y largo plazo tengan continuidad, al margen de los avatares electorales. La primera pieza del mecanismo para desarrollar Cantabria reside en aceptar la realidad, analizar los datos de nuestra economía, de la evolución demográfica, de la calidad de nuestro sistema educativo, etc. y con un diagnóstico realista trazar una hoja de ruta para los próximos años. Un pacto sobre los elementos básicos que permitan afrontar con unidad el maltrato que los gobiernos de España han otorgado a Cantabria y, al mismo tiempo, asumir los errores propios en la gestión.
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