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La noticia de portada de El Diario Montañés del 18 de enero, en la que se publica el dato de la evolución negativa del PIB en la comunidad autónoma durante el tercer trimestre del año 2023, viene a ser la conclusión de un largo proceso ... de decadencia de una región próspera hasta la segunda mitad del siglo XX –llegó a colocarse entre las más ricas de España– y que ahora se encuentra empobrecida y en claro declive.
El producto interior bruto de Cantabria presenta un aspecto preocupante. Fue la segunda comunidad autónoma que menos creció durante el año pasado y lo hizo por debajo de la media nacional. Esta evidente señal de alarma apenas sí ha causado un leve impacto en el Gobierno autonómico y en las instituciones que forman el tejido socio económico de la región. Esta ausencia de reacción ante un dato –un hecho incontrovertible alejado de opiniones políticas–, es quizás más grave todavía que la contundencia de la cifra que demuestra que Cantabria carece de dinamismo.
El dato de la caída del PIB se refiere al tercer trimestre del año pasado, es decir, al que afecta a julio, agosto y septiembre. En esos tres meses, Cantabria registró una afluencia turística masiva, de récord. El sector hostelero y los negocios vinculados al turismo obtuvieron resultados que fueron calificados como espectaculares. Pese a ese excelente desempeño del turismo, el conjunto de la economía regional perdió medio punto del PIB, una señal que debería encender todas las alarmas en cualquier sociedad que quiera, como mínimo, mantenerse dentro de la media española.
Ante ese dato –que, hay que repetir, no es una opinión ni una predicción– la reacción ha sido débil, casi inexistente. Exceptuando a la CEOE y a los sindicatos, que sí se han pronunciado al respecto, la respuesta a una cifra que supone un peldaño más en el descenso de Cantabria hacia la inanidad ha sido el silencio absoluto.
Desde hace más de medio siglo, la tendencia de esta comunidad autónoma ha sido la pérdida de tejido industrial, el crecimiento raquítico de la población, la diáspora de los jóvenes mejor preparados, el crecimiento del sector público, que resulta elefantiásico, el incremento de las cargas fiscales, la excesiva regulación de cualquier actividad y la lentitud exasperante de los organismos que deben autorizar nuevas inversiones.
Esa situación de falta de dinamismo se ha producido con gobiernos de derechas, izquierdas, regionalistas y otros partidos minoritarios. No parece que la raíz de un proceso de pérdida de peso en el conjunto de la nación sea una mera cuestión ideológica. Debe haber razones más profundas.
Lo importante ahora no es limitarse a los lamentos y a la caza de los culpables. La reacción debería ser inmediata para modificar, a fondo, las causas que han llevado a los cántabros a perder posiciones en renta per cápita y a estar en la cola del progreso. Una de las razones es la carencia de empuje de los propios cántabros embebidos en esa atracción del «marco incomparable» y la belleza de un paisaje intacto.
Entre todos hemos construido una comunidad autónoma ideal para el disfrute de jubilados y de segundas residencias. Incluso ese nicho de negocio está muy amenazado porque las altas tasas fiscales conducen a que muchos posibles contribuyentes con domicilio en esta tierra y también en otras comunidades –Madrid es un claro ejemplo– prefieran tributar fuera de aquí.
Cantabria necesita un cambio de rumbo. Las diferentes señales ofrecidas por los datos que anualmente se han producido no han servido para calar lo suficiente entre quienes tienen la responsabilidad de tomar medidas. Y como la situación es de auténtica emergencia no es momento de paliativos, sino de medidas de fondo, capaces de sacar a la región de un largo periodo de atonía y recuperar el impulso perdido.
Cantabria necesita una revisión a fondo de su política fiscal, eliminar una regulación agobiante, agilizar los trámites burocráticos, reducir el tamaño de la administración y de las empresas públicas, fomentar la natalidad con políticas realistas e inculcar en los jóvenes su propio valor y ayudar a que sean emprendedores en lugar de funcionarios.
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