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La catástrofe de Valencia y de otras comunidades autónomas ha conmocionado a España. Más de doscientas personas han perdido ya la vida y los daños materiales son incalculables. Lo sucedido en Paiporta manifiesta la indignación de los ciudadanos, que ha dado un serio aviso a ... los políticos y que supone un grave deterioro de la credibilidad de la clase dirigente.
Frente a la incredulidad, por el hecho de que ante la muerte de más de doscientas personas, la destrucción de cientos de viviendas, autovías, puentes, etcétera, no se decrete el máximo estado de alarma, aparecen actitudes que permiten albergar esperanza.
El comportamiento de los españoles, de quienes trabajan alejados de las disputas políticas y de la cizaña identitaria, ha sido ejemplar, generoso y solidario. Cuando la ayuda del gobierno de España apenas si era percibida, desde muchas ciudades llegaron voluntarios para prestar una primera ayuda a quienes lloraban la muerte de sus familiares y amigos, mientras carecían de los elementos vitales básicos.
Cantabria ha sido, en este caso, absolutamente generosa y lo han hecho personas que además de poner sus camiones, maquinaria y otros elementos al servicio de los damnificados por la DANA dedicaron, y aún dedican, días a trabajar en los pueblos arrasados por las riadas. En diferentes lugares de la comunidad se han organizado expediciones de voluntarios que han dedicado muchas horas a trabajar en los pueblos de levante, para normalizar lo antes posible la situación. Un ejemplo de esa aportación espontánea la tenemos en el área de Hoznayo, donde se han formado equipos de auxilio que ya han intervenido en los pueblos más dañados.
La sociedad civil ha dado un ejemplo de unidad, entrega y sentido práctico frente al sector público, que se ha mostrado totalmente paralizado por el absurdo enfrentamiento acerca de quién tiene la competencia. La elusión de la responsabilidad y el empeño de los separatistas en aprovechar la ocasión para que se afiance su tesis de que España no es una nación, sino un conglomerado de regiones independientes, impide una más amplia cooperación.
Claro que lo importante viene ahora. El día después de la riada, una vez enterrados los muertos e iniciado el proceso de recuperación de las zonas afectadas. Se anuncian miles de millones en ayudas, planes fiscales e industriales para que el levante español recupere su pujanza y su creatividad, pero a los valencianos se les viene a la memoria lo sucedido en la isla de La Palma.
El día 19 de septiembre del año 2021 entró en erupción el volcán de La Palma. No hubo pérdidas humanas, pero sí una gran destrucción.
El Gobierno anunció planes de ayudas, de reconstrucción y de mejora en las infraestructuras. Hoy, tres años más tarde, aún hay familias viviendo en contenedores improvisados como casas de emergencia y la llegada de ayudas ha sido limitada y escasa. De todo lo anunciado, apenas una mínima parte se ha cumplido. Si retrocedemos más en el tiempo, veremos cómo la ciudad de Lorca, donde en el año 2011 se registró un terremoto en el que perecieron nueve personas, pasó por una situación muy similar: Las ayudas prometidas se redujeron severamente y la burocracia impidió que muchos afectados accedieran a las reparaciones a las que, según los decretos de emergencia, tenían derecho.
El Gobierno ha activado decretos que suponen emplear más de diez mil millones de euros, en una primera medida de auxilio. Al margen de que esa cantidad sea o no la necesaria, lo importante es que se facilite que el dinero llegue de manera rápida y sencilla a los afectados. En situaciones extremas, como lo es esta, es más útil la inmediata activación de las ayudas que la cantidad de las mismas. Otro aspecto importante es allanar el acceso a los derechos que contengan los decretos, el fárrago administrativo supone una barrera mucho más paralizante de lo que parece sobre los anuncios de los gobernantes.
El papel del Boletín Oficial del Estado aguanta todo. Lo que necesitan los miles de personas que han perdido familiares, que han visto destruida su casa, su comercio o su empresa, es que el Estado les tienda una mano ya, de inmediato y sin una barreras burocráticas. Lo importante es que no nos olvidemos de los afectados, como ya es costumbre.
En estos días de dolor y angustia la reacción de los españoles, apunta a nuestros mejores valores y trae a la memoria los versos de Blas de Otero: «España camisa blanca de mi esperanza…».
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