Secciones
Servicios
Destacamos
Un debate centra el interés en este tiempo de turbulencias dentro del universo de la comunicación y, consecuentemente, se adentra en uno de los elementos ... esenciales de cualquier sociedad libre y democrática: El control sobre los medios de comunicación. Crece la preocupación por la expansión de mentiras que sirvan para manipular la opinión pública. Ante esa amenaza, esencialmente se presentan dos modelos, cada uno de ellos con matices de enorme importancia: En un lado se ubican quienes propugnan la libertad absoluta para difundir sus ideas, opiniones o noticias, sean estas auténticas o falsas. Frente a esta libertad, otros propugnan el control, con intervención directa, para evitar la difusión de bulos, defender a personas que son víctimas de acoso o evitar campañas de desinformación.
Si aceptamos que la libertad es una característica esencial y fundamental del ser humano, si creemos que una sociedad debe articularse sobre el pilar de la libertad, no resulta sencillo elegir entre un modelo u otro. Permitir, como sucede a día de hoy, que cualquier persona pueda exponer informaciones, opiniones o incluso insultos en las redes sociales o por el contrario articular un mecanismo de control que elimine aquellos mensajes que se consideren impropios.
Una característica relevante a tener en cuenta es que hoy en día los mensajes se difunden desde el anonimato. Una gran parte de quienes intervienen en las ciber tertulias lo hacen tras la careta de un pseudónimo. En esa carencia de responsabilidad es donde reside el desequilibrio entre libertad y control, un control que más pronto que tarde termina por derivar en censura. La fórmula esencial de cualquier sociedad democrática para permitir el ejercicio de la libertad se basa en el binomio libertad/responsabilidad. Los seres humanos tenemos el derecho inalienable para ejercer nuestro ámbito de libertad, pero siempre asumiendo las consecuencias de nuestros actos. Quien comete un delito lo hace ejerciendo su autonomía, pero siempre aceptando la responsabilidad de sus hechos.
Las redes sociales permiten el anonimato que es refugio en el que quienes son incapaces de asumir las consecuencias de sus actos se amparan para hacer de la libertad de expresión un instrumento para delinquir. Un pensador y analista como Gregorio Morán define esta situación con rigor: «No puedo comprender el sentido de los anónimos en redes, sencillamente porque todo redactor de anónimos es un miserable, por principio».
Para evitar los excesos, en ocasiones muy graves y en otros sencillamente repugnantes, basta con evitar que los cobardes que no se atreven a dar la cara para sostener sus opiniones sigan utilizando las nuevas tecnologías. En el nuevo contexto de las redes sociales es en ese elemento, el anonimato, donde se hace imprescindible la posible identificación del autor del mensaje.
Con la legislación actual el procedimiento para defenderse de las mentiras es complicado y permite negar la autoría. Cuando una persona es agredida por informaciones o comentarios a través de mensajes en Internet debe presentar una denuncia en la policía. Si la autoridad policial considera que existe un posible delito insta al juez para que permita identificar la terminal desde la que se emitió el texto.
Una vez se sabe, mediante el peritaje judicial, el ordenador o teléfono móvil desde el que se lanzó el mensaje y quien es la persona propietaria, cabe aun eludir la acción de la justicia con el argumento de que ese terminal lo utilizan muchas personas y que es imposible identificar al autor material del mensaje.
Una posible solución para evitar el mal uso de las diferentes plataformas en las que se vierten noticias y opiniones sería la obligatoriedad de registrarse con su verdadera identidad, aunque luego se use un seudónimo. Al eliminar la impunidad se evita que, las personas que desde la oscuridad y la falta de valor para sostener sus tesis, agreden a otros queden exentos de asumir las consecuencias de sus hechos.
Ante la amenaza de constreñir la libertad de expresión con métodos como la intervención de moderadores o la anulación de mensajes guiados por un algoritmo, es mucho mejor aceptar una medida que a nadie debe coartar su libertad, a no ser que sea incapaz de aceptar la responsabilidad que lleva aparejada cualquier manifestación de libertad.
La identificación de cualquier persona activa en las redes sociales es una mínima garantía de que ante una petición judicial no existirá posibilidad de negar la autoría. Nadie con honestidad debería defender la difusión del insulto o la mentira con la excusa de ampararse en la libertad de expresión. En los medios de comunicación profesionales, que se someten a procedimientos de verificación, los autores firman con su verdadera identidad y en el caso de los pseudónimos, el verdadero autor es conocido por el director de la publicación, con lo que siempre existe un responsable de lo difundido.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Noticias seleccionadas
Ana del Castillo
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.