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Así, como del rayo que no cesa, (qué hermosos los versos de Miguel Hernández), hemos descubierto los santanderinos la ruina en la que se ha convertido el parque de Las Llamas. Las jardineras de madera, escalonadas de forma inverosímil, se han podrido y la tierra ... está yerma. Ni una planta ha sobrevivido al paso del tiempo, los calores del verano y los fríos del invierno. ¿Sorpresa? Ninguna. Diseñan un parque en El Sardinero con jardineras de madera y escalonadas para dificultar al máximo su mantenimiento. ¿Qué podría salir mal?
El parque de Las Llamas se planeó para que resultara atractivo a primera vista, pero sin reflexionar sobre su resistencia al paso del tiempo. Creer que la madera, por muy tratada que esta esté, resiste el agua y el salitre es más un acto de fe que una decisión razonable. Si a ello se le suman unas macetas que se elevan hasta los seis o siete metros de altura, cualquiera, sin ser experto en jardines, sabe que el mantenimiento resultará difícil y que el coste de tener a punto esas plantas será muy elevado.
Los ingenieros, arquitectos y demás técnicos trazan verdaderas maravillas sobre el papel. El objetivo es ganar un concurso y ejecutar una obra singular. Dejar huella. En ocasiones, demasiadas, se obvia el ahorro, la resistencia al tiempo y la funcionalidad, para priorizar la estética. Un ejemplo son esas terrazas de macetas de madera, que llevan ya mucho tiempo sin plantas y casi destruidas por el agua y el salitre.
Por desgracia, el mapa de esos errores es extenso. La duna de Puertochico, bautizada con el nombre de su arquitecto, Zaera, ya muestra señales de obsolescencia. De manera singular en los suelos. Unas tarimas de material sintético, en un lugar azotado por el viento, el agua de lluvia y el salitre no son lo más adecuado. Muy pronto esa duna, magnífico mirador a la bahía, requerirá de una intervención a fondo para subsanar los suelos quebrados y por tanto peligrosos. El pensamiento cortoplacista resulta caro y genera serios problemas.
En la memoria queda aquel paseo perpetrado hace años junto al estacionamiento de vehículos para el ferri: una acera estrecha, unas 'láminas de agua' e incluso palmeras. Un paisaje mediterráneo en pleno norte. Muy pronto aquello condujo a un vertedero de diseño y, finalmente, se tuvo que acometer una obra para eliminar el bodrio y disponer de un paseo sin adornos inadecuados pero con espacio suficiente para pasear.
En San Martín se han llevado a cabo importantes mejoras de una zona que es una joya para la ciudad. Ahora, con el nacimiento de una nueva playa junto a los diques, ese paseo hasta Los Peligros gana en importancia y en número de personas que lo transitan. La transformación de las naves de Gamazo en una espectacular galería de arte exige el remate final: la desaparición de las instalaciones de la Federación de Tiro.
El rostro de abandono, suciedad y decrepitud que ofrecen es incompatible con uno de los lugares más accesibles, próximos y bellos de la ciudad. Los barracones de la Federación de Tiro debieron desaparecer hace años, cuando se construyeron nuevas instalaciones en la zona de Cueto. El tiempo ha transcurrido sin que se ejecutaran los planes previstos y ahora, el paso del tiempo y la ausencia de un mínimo mantenimiento, convierte las tapias en una vergüenza para la capital de Cantabria.
La preminencia del bello diseño sobre la utilidad de los edificios es universal. Lo mismo afecta a unos anónimos creadores del parque de Las Llamas que al genial Renzo Piano. El arquitecto italiano concibió el Centro Botín, un excepcional edificio, con unas terrazas que ponen en valor la bahía de Santander, revestido con una 'piel' de piezas cerámicas. El efecto visual es ciertamente hermoso, una maravilla de juego con la luz, pero el anclaje de miles de pequeñas placas sobre la estructura ha resultado casi imposible. El genio de Piano ha colisionado con la eficiencia.
Los ejemplos del desajuste entre la funcionalidad de instalaciones públicas o privadas y su imagen son múltiples. Se acumulan los problemas en instalaciones en una buena parte de Cantabria. Centros cubiertos que registran goteras antes de ser inaugurados, piscinas bajo techo que esperaron muchos meses a entrar en uso por defectos estructurales, colegios con severos problemas de utilización… Se impone una reflexión para corregir ese defecto de primar la originalidad del arquitecto sobre la eficiencia. Los mismo que tener presente el clima y las características del lugar en el que se ubicará el edificio.
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