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Es preciso que venga a Cantabria un político con las ideas claras, sin estar maniatado por sus aspiraciones a cargos y prebendas, para que se ... visualice la situación de España sin los velos del lenguaje tramposo y con la nitidez de un día de viento sur en Santander. La conferencia que pronunció Francisco Vázquez en el foro de Foramontanos Siglo XXI, en el palacio de La Magdalena, ha puesto en suerte el reto que tenemos los españoles para recuperar uno de los elementos que cimentó la Transición: la concordia y el acuerdo sobre la necesidad de dejar atrás odios y rencores y enfrentar el presente y el futuro con unidad y concordia.
Vázquez, militante socialista en la clandestinidad y luego diputado, alcalde de La Coruña y embajador de España ante la Santa Sede, reivindicó con firmeza y argumentos el abrazo que nos dimos los españoles tras la muerte de Franco, con la vista puesta en el futuro de una nación democrática, próspera y libre. Ensalzó la capacidad de los políticos de asumir aquellas palabras sanadoras: Paz, piedad y perdón, pronunciadas por el arzobispo Tarancón en la misa tras el juramento del nuevo rey Juan Carlos I. No ahorró en su análisis los esfuerzos de Herri Batasuna y ETA por cortar el camino hacia la democracia y, en la misma línea, de los independentistas catalanes y vascos.
De la situación actual dos temas formaron parte del núcleo de su discurso: la preocupación por la posibilidad de que los cambios introducidos durante la etapa presente del gobierno de PSOE sean irreversibles. Legal y técnicamente es posible desandar lo caminado, pero no hay señales de que eso suceda. «No se sabe qué leyes va a derogar el PP cuando llegue al gobierno» ni tampoco parece haber un plan alternativo. La experiencia, hasta ahora, ha sido contraria a ese posible movimiento derogatorio y los cambios introducidos en la legislación durante los últimos años han sido consolidados por los siguientes ejecutivos.
La segunda fuente de incertidumbre se encuentra en la necesaria reforma de la ley electoral. Con la actual legislación se produce un serio desequilibrio que afecta a la esencia misma de la democracia: el poder del pueblo, de los votos, como fuente de legitimidad. Vázquez denunció con cifras incontestables que en España la suma de los votos de los partidos más contrarios a la unidad de la nación y a la igualdad de los españoles no suponen ni la mitad de los votos de VOX y, pese a ello, esos pequeños partidos tienen en sus manos al gobierno. Con ese dato, considera Vázquez que es preciso modificar la ley electoral y acercarse al modelo que propone la Unión Europea de exigir un mínimo de apoyo popular en el conjunto del país para poder acceder al Congreso y dejar el senado para los asuntos autonómicos. Fijar un mínimo de porcentaje para entrar en la cámara de representantes, como sucede en muchos países europeos, debería ser una medida para evitar desequilibrios y acentuar la representatividad de los diputados.
Respecto a valores esenciales de la izquierda como la igualdad su opinión es la debilidad creciente de esa idea. Señaló a los idiomas regionales como el instrumento del que se valen quienes no quieren la igualdad sino el privilegio. Una vez que no existen diferencias raciales entre los españoles, ni religiosas y la lucha de clases ha quedado atrás, es el idioma el distintivo de la diferencia y la herramienta para excluir y enfrentar. Un camino hacia el enfrentamiento en lugar de la concordia.
La pasividad de los españoles fue señalada por Vázquez como otra de las causas del deterioro del sistema democrático. La desafección ante los debates políticos, en los que se juegan cuestiones que afectarán de manera directa a todos, y la inhibición a la hora de manifestarse y expresar la opinión permiten que, quienes tienen la legitimidad de los votos, actúen de espaldas a los que les otorgaron su representatividad. La soberanía popular reside en el Parlamento y en España se gobierna de espaldas al Congreso y se hace sin rubor ni comedimiento.
De las palabras de Vázquez se desprende la necesidad de fortalecer la sociedad civil y de reforzar los mecanismos de control democráticos. Despertar a los españoles de esta prolongada siesta para que manifiesten su opinión sobre el rumbo que toma la nación.
La crisis de Occidente, con un gobierno en los Estados Unidos que vuelve la espalda a Europa, obliga a asumir nuevas responsabilidades y lo que se deba hacer tiene que debatirse y aprobarse en el Parlamento. Una sociedad pasiva debe reaccionar, enfrentar sus responsabilidades y hacerlo con plena consciencia.
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