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La inclusión de etarras condenados por la justicia, en las listas municipales y autonómicas de Bildu, en el País Vasco, abortada tras una fuerte presión de la opinión pública, ha resucitado el debate sobre la huella que los terroristas dejan en la historia de España. ... El denominador común de las posiciones de los partidos políticos españoles es que se ha iniciado la reescritura de la historia reciente de España. Las fuerzas independentistas vascas y catalanas pretenden modificar los hechos, de forma que, quienes optaron por la violencia criminal para imponer sus ideas, aparezcan como militantes antifranquistas y, sobre todo, como hacedores de la democracia en España.
Nada más falso. Los delincuentes de ETA nunca pugnaron por traer a España la democracia, ni siquiera para que el sistema de libertades y poder para el pueblo se instaurará en las tres provincias vascas. Por el contrario, los crímenes de los etarras supusieron el más grave obstáculo para que la transición pacífica de la dictadura a la democracia triunfara. La violencia criminal de ETA colocó a los políticos, que trabajaban por traer a España a la senda de la libertad y democracia, al borde del fracaso.
El paso de un sistema dictatorial a uno democrático no fue sencillo. Para llegar a la meta hubo que luchar con coraje porque existían dos enemigos poderosos: De un lado, una minoría de izquierda radical que no deseaba la democracia, sino un sistema comunista similar al de la URSS, Cuba, China, etc. De otro, la derecha extrema ('el búnker') que rechazaba las propuestas de libertad y gobierno del pueblo porque deseaba mantener el totalitarismo.
El camino hacia la España presente, de libertad y democracia, se hizo con el trabajo de la derecha y la izquierda y siempre con la amenaza del fracaso, porque lograr el objetivo era difícil. Tras una amnistía, que sacó de la cárcel a cientos de personas que habían sido condenadas por su lucha a favor de la libertad de los españoles y la aprobación de la Constitución, redactada por políticos de diferentes ideologías, ratificada mayoritariamente por los españoles, en lugar de cesar, los crímenes terroristas se incrementaron. La historia, bien detallada en las hemerotecas, demuestra que la mayor parte de los numerosos crímenes de ETA y los perpetrados por la extrema derecha se produjeron durante la etapa democrática.
Sostener que ETA mató para traer la democracia es una mentira del tal calibre que se convierte en ofensa. ETA tiñó de sangre las calles de España por querer imponer una dictadura de izquierda y por someter a la población vasca a un clima de terror en el que la libertad dejó de existir.
Los asesinos integrados en ETA dejaron de matar y lo hicieron dejando una estela de muertos, expatriados y heridos, sin tener que aceptar la más mínima condición. Más bien lograron imponer las suyas, lo que se aleja mucho de una derrota.
El tiempo muestra el balance: el partido nacido con las pistolas como partera ha logrado la plena legalización y no sólo no renuncia a sus ideas, sino que se muestra orgulloso de ellas. Situar a una serie de etarras en sus listas electorales es la prueba de quien ganó y quién perdido la contienda.
ETA no fue solamente un grupo de delincuentes, que quiso imponer su ideología con la sangre de sus adversarios. ETA fue sobre todo una banda asesina amparada por el nacionalismo vasco, protegida por una buena parte del clero y cubierta por la colaboración, directa o indirecta, de muchos vascos y de otros independentistas. La situación presente en el País Vasco y Navarra no se explica sin la debilidad de los gobiernos de España, gobernantes sin el coraje democrático para enfrentarse a un grupo minoritario de criminales que logró infundir el miedo y el terror.
Tampoco es posible comprender la ausencia de un código penal que impusiera penas proporcionales a los delitos de los grupos armados. Se cubrieron las apariencias con condenas a decenas de años, e incluso centenares de años de prisión, cuando la realidad era que había un límite y que si algunos han cumplido penas largas ha sido por su rechazo a aceptar los beneficios penitenciarios que contempla la ley.
La historia debe ser escrita con rigor: ETA ha sido la fuerza más importante que frenó y puso en peligro la llegada de la democracia. Los asesinatos de docenas de policías y militares, el terror en las calles, la impotencia de los gobiernos del PP y del PSOE fue el combustible que alimentó a quienes seguían pensando prolongar el sistema franquista. Por suerte, los diferentes gobiernos mantuvieron la serenidad y la democracia llegó, para quedarse.
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