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Existe un mundo que no obedece a ninguna de las reglas conocidas. Un planeta en el que la lógica, la justicia, los medios de comunicación, las personas, tienen unos paradigmas completamente diferentes al resto de los ámbitos conocidos. Ese universo se llama fútbol. El juego ... de la pelota es mucho más que un deporte: genera y mueve millones de euros, sus seguidores pueden llegar a la violencia, los políticos utilizan las banderas de cada club como instrumentos para captar votos e incluso logran funcionar al margen de la justicia.
En estos momentos asistimos al escándalo que protagonizan en el Futbol Club Barcelona y un árbitro, vicepresidente del Comité Técnico de Árbitros (CTA), José María Enríquez Negreira, que ha recibido varios millones de euros del Barcelona por unos informes de asesoramiento. El problema para la competición de las diferentes ligas, copas y campeonatos es enorme, ya que pone en duda resultados deportivos ocurridos a lo largo de varios años. Pero en el planeta fútbol todo es diferente y una estafa, que puede afectar desde a los equipos hasta a los apostadores en las quinielas, posiblemente termine sin apenas consecuencias. La justicia, para este deporte de masas tiene unas reglas distintas y la impunidad, más que presunción, es certeza.
En el mundo del fútbol casi todo es misterioso, aleatorio y sorprendente. Al protagonista del escándalo se le elimina su primer apellido, Enríquez, y en las informaciones que aparecen en los medios de comunicación se le cita siempre por su segundo apellido: Negreira. El apellido Enríquez tiene una gran similitud con el del que fue seleccionador nacional, Luis Enrique, pero a un presidente del gobierno, Felipe González Márquez, siempre le conocemos como González, y no como Márquez, a pesar de que el apellido González es uno de los más comunes en España.
Respecto al tratamiento mediático del pago de millones de euros a un árbitro, que manejaba a sus colegas y tomaba decisiones de gran calado, la excepción es enorme. En España existen varios diarios, tanto en edición en papel como digital, especializados en noticias sobre el deporte. A pesar de esa especialización, la noticia sobre los dineros percibidos por Enríquez Negreira se difundió primero en los diarios de información general, que en la prensa deportiva. Es más, los periódicos deportivos catalanes tardaron dos días en hacerse eco la información. Se prestó más atención a qué jugadores formarían la alineación de próximo partido, que a una noticia de tanto calado como la que pone en cuestión la limpieza y transparencia de la competición futbolística, tanto a nivel nacional como internacional.
El hecho de destapar una auténtica red de corrupción destinada a 'comprar' a los árbitros, apenas ha tenido repercusión. Los propios organismos que representan a los encargados de decidir sobre la validez del juego, que tienen en sus manos situar a uno de los contendientes en una posición de clara ventaja, han reaccionado con una timidez sospechosa. Las competiciones no se han detenido y es posible que la trama que cuestiona gravemente la limpieza, en una liga en la que los clubes se juegan millones de euros, siga activa.
Tampoco los aficionados han reaccionado con la contundencia proporcionada a un hecho tan grave. La ética de los 'forofos' poco tiene que ver con la distinción entre el bien y el mal. Para una buena parte de los seguidores de un determinado club lo que haga su equipo para ganar es correcto. El fin justifica los medios. Preocupa más a quienes agitan bufandas y lucen camisetas el dolor en la rodilla de un delantero centro que la compra de árbitros, el robo del dinero del equipo o la conducta violenta y antideportiva de una de las estrellas del club.
El planeta fútbol es ajeno a la lógica. Los seguidores que llevan determinados colores en el alma, se creen los dueños y exigen a los verdaderos propietarios que actúen como ellos consideran oportuno. Cuando se convoca para constituir una sociedad resulta que los socios apenas si llegan a cubrir una pequeña parte del capital necesario y tiene que ser una empresa privada la que aporte el dinero. De inmediato, quienes no suscribieron acciones o lo hicieron de manera simbólica pretenden imponer su criterio como si fueran los amos.
El universo futbolístico se ubica en una galaxia distinta, en la que no existe la ley de la gravedad. El escándalo del dinero aportado por el Barcelona para que los árbitros traten con deferencia al equipo, no es más que otro capítulo de la larga lista de corrupciones e incoherencias del deporte rey. Basta con comprobar como la Real Academia de la Lengua admite que el término fútbol se pueda escribir con tilde o sin ella, de ambas maneras será correcta.
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