La lección de Jordi Sevilla

Este planteamiento no es nuevo, ni mucho menos. Aun así, sonó como una novedad, una luz en la niebla de la situación política española. Un panorama confuso en el que la derecha se disfraza en ocasiones de zurda y la izquierda se hace nacionalista. Jordi Sevilla argumenta que los dos bloques políticos y sociológicos, que representan al ochenta por ciento de los españoles, deben acordar una serie de asuntos trascendentales, porque determinadas actuaciones no se pueden gestionar con eficacia en el lapso de una o dos legislaturas. Se necesita más tiempo para ver los logros y, sobre todo, tener la certeza de que no habrá modificaciones sustanciales que entorpezcan la gestión.

Sevilla acaba de publicar un libro titulado 'Manifiesto para una democracia radical', que se define muy bien en el subtítulo: «Un análisis del origen de la polarización y una propuesta para superar la antigua dicotomía entre derechas e izquierdas». Y no es una fórmula 'centrista', sino una aplicación realista de la socialdemocracia, en un momento en el que existe decepción por las fórmulas neoliberales y cuando el comunismo demostró su fracaso, en el año 1989.

En este ensayo, el economista Jordi Sevilla analiza, con precisión, el fenómeno populista y expone los peligros que representan estos movimientos. No elude que una parte significativa del éxito de los grupos populistas reside en la decepción causada por el incumplimiento de las promesas realizadas, tanto por la derecha como por la izquierda.

En el libro se dedican muchas páginas para analizar el fenómeno del independentismo catalán y la conclusión es clara: se trata de una forma de populismo. Jordi Sevilla considera que la mezcla de la corriente del 15M, en Cataluña 'En Comú Podem', con el independentismo catalán dio lugar a la situación que ahora se vive en Cataluña, una forma casi perfecta de populismo.

El mensaje es nítido: España necesita superar las corrientes populistas, renunciar a los extremismos y regresar al camino central, en el cual se afrontan los problemas con realismo y se logran acuerdos básicos, lejos de las ensoñaciones radicales.

Una de las ideas troncales del libro de Sevilla es la necesidad de recuperar el entendimiento entre los dos grandes bloques sociológicos de España: el PSOE y el PP.

Imaginemos por un momento que se pudiera realizar algo que ahora es utópico: las dos importantes formaciones políticas llegan a un consenso de país, en los que se priorizan los acuerdos sobre los disensos y se otorga a los partidos independentistas el peso real que tienen, es decir que tras ellos no hay más que un diez por ciento de los ciudadanos españoles.

Esa utopía es posible hacerla realidad de abajo arriba: comenzando por las comunidades autónomas para cerrar el arco en el Parlamento de la Nación. Llegar a posiciones de consenso sobre las reivindicaciones al Gobierno central, sea cual sea su color. Cerrar el camino a los pujos nacionalistas para que la igualdad, uno de los ejes de la democracia y consagrado en nuestra constitución, quede a salvo de las apetencias diferenciales de quienes defienden valores tribales.

De las palabras de Sevilla se desprende la necesidad de que los españoles rebajemos el nivel de crispación y enfrentamiento. Parece imprescindible consolidar las bases esenciales de la convivencia: el diálogo, la tolerancia, el acuerdo y el respeto de los elementos esenciales de un sistema democrático. Es necesario diferenciar el lógico y necesario debate político de la confrontación permanente y de un adanismo que no contribuye a solucionar los problemas, más bien a agravarlos y enquistarlos.

Jordi Sevilla detalla en las páginas finales de su obra 'Manifiesto por una democracia radical' una serie de tareas a desarrollar: La reducción de las brechas que existen en España como la generacional, la que divide el ámbito rural y el urbano, lo analógico y lo digital, la desigualdad en la renta personal y una serie de reformas pendientes que ahora resultan de máxima urgencia solventar.

La conferencia de Sevilla en el Foro Económico de El Diario Montañés ha sido una ventana abierta hacia una España más dialogante, más capaz de llegar a acuerdos y desde luego menos crispada y desigual.