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Las lenguas son el elemento central de la comunicación. La especie humana ha progresado gracias a la comunicación compleja y fluida que permite transmitir conocimientos y trabajar en equipo. La incomunicación es un defecto que reduce las posibilidades de la evolución y que genera una ... brecha entre quienes son capaces de entender lo que se comunica y los que no comprenden los mensajes.
Observo, desde una atalaya muy limitada, pero significativa, que las clases dirigentes avanzan en un proceso peligroso: Expresarse con palabras que resultan incomprensibles para la mayor parte de las personas. Acudir a cualquier conferencia, presentación o debate en la que participen políticos, líderes sociales, artistas o intelectuales supone sumergirse en un río de palabras incomprensibles para una buena parte de los ciudadanos o a un encadenamiento de conceptos que carecen de sentido, en el trazado de la oración.
Comienza una conferencia o una presentación y saltan palabras tan abstrusas como: resiliente, verde, ecosostenible, innovación, I+D+I, sinergia… Los que escuchan se preguntan cuando comenzarán a abordar los asuntos que les atañen: viviendas a precios asequibles, salarios más altos, reducir listas de espera en sanidad, burocracia disparatada, leyes que no se cumplen, salarios miserables, laberinto autonómico, okupas impunes… y ante esta carencia de sintonía entre lo que importa y lo que se dice, crece la separación entre la clase política y los españoles.
La democracia tiene un punto de apoyo esencial en la comunicación del pueblo con sus representantes y, sobre todo, en la confianza entre ambos. Cuando el discurso de quienes representan a la gente del común resulta poco comprensible y, además, evade los asuntos que preocupan e interesan a la mayoría, se produce una disociación que mina la confianza y reduce mucho la credibilidad de la clase política.
En el instante en el que el español que vota pensando que elegirá a una persona que defenderá sus ideas comprueba que no es así, sino que el concejal o el diputado se alejan de las cuestiones que agobian al votante, en ese momento, se quiebra la confianza. Sin confianza la abstención aumenta. Basta ver las cifras de las elecciones, tanto municipales, como regionales o nacionales, para comprobar que una buena parte de quienes tienen derecho al voto no lo ejercen y que la tendencia indica que la situación se agrava con el paso del tiempo.
Una buena herramienta para acercar a los dirigentes con los ciudadanos es utilizar palabras inteligibles. Cuando se habla de partenariado, cadena de valor, descarbonización o se otorga el valor de inclusiva a determinada medida, se evita decir las cosas claras. Pero especialmente se elude abordar los problemas cotidianos y reales.
Hace décadas se utilizaban latinajos para oscurecer los mensajes. En el presente, el latín ha sido sustituido por el inglés. Los responsables de diferentes instituciones salpican en su discurso términos ingleses para lograr un doble objetivo: otorgar una patina de credibilidad indiscutible y, al mismo tiempo, ocultar la palabra adecuada en español para no asustar al receptor.
Los mensajes que emite la clase dirigente emplean otra artimaña para evitar enfrentarse a la realidad: La falta de memoria de los ciudadanos. Con una técnica digna de la prestidigitación ocultan aquello que hace meses era cuestión vital en el silencio presente. Los ejemplos abundan: ¿Qué político habla ahora del espigón de la playa de La Magdalena? Una vez aclarado que es una obra que depende del gobierno de España y no del Ayuntamiento de Santander, las protestas se extinguieron por sí solas. Ahora, mediante la ocultación, los santanderinos no sabemos si por fin se va a demoler o si se completará el proyecto con un segundo dique. El objetivo se ha conseguido. No se habla del asunto y con ello parece resuelto el problema.
Los políticos, con las excepciones habituales, se distancian de sus votantes al utilizar un vocabulario elusivo. Blanca Moreno-Dodson, asesora internacional, explicó el miércoles en el Foro Económico de El Diario Montañés la importancia de valores como la confianza entre la población y sus dirigentes, al entender que para conocer la salud económica y social de un país no basta con mirar su PIB o el nivel de sus universidades, sino que es preciso analizar el nivel de confianza existente en quienes gobiernan.
Los políticos y ejecutivos españoles deberían acercarse más a los votantes y emplear en sus mensajes y discursos un lenguaje claro, inteligible para que sus ideas lleguen, con nitidez, al pueblo.
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