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La respuesta al título de este artículo es obvia: el totalitarismo carece de cualquier conexión con la poesía. Es más, los regímenes totalitarios, desde los comunistas hasta los fascistas, persiguieron a poetas, novelistas, ensayistas y demás intelectuales que no se atuvieran a los dictados emanados ... del rígido control político que veía un peligro en cualquier mínima rendija de libertad. La libertad es adictiva y por eso un sistema en el que las personas se consideran engranajes de una gigantesca maquinaria no puede permitir la libertad de los creadores y pensadores.
La persecución de los regímenes dictatoriales a la libertad de los creadores de arte es una constante en la historia. Los soviets reprimieron cualquier manifestación artística que no estuviera encuadrada en la exaltación de los valores comunistas. El arte debía estar al servicio de las directrices del partido. En los años del nacional socialismo alemán las vanguardias eran descartadas por considerarse «arte degenerado». En las dictaduras de la extrema derecha en Argentina o Chile se persiguió, torturó y asesinó a cantantes, escritores, actores, etcétera, por expresar sus ideas.
Hace unas semanas se presentó el documental «El caso Padilla» del director Pablo Giroud. Un alegato estremecedor de la forma en que la dictadura comunista de Fidel Castro cercenó la creatividad de los cubanos y encarceló, o condenó al ostracismo y el exilio, a muchos de los grandes poetas, novelistas, pintores y músicos cubanos.
El precedente del caso Padilla surgió en los primeros compases del castrismo. En 1960, recién llegados los Castro al poder, un hermano de Guillermo Cabrera Infante, junto a un grupo de entusiastas revolucionarios, produjeron un breve documental titulado «PM» (post meridiem) que fue censurado.
Las imágenes de «PM», ahora al alcance de cualquiera y durante años materia de contrabando, son de una inocencia que obliga a indagar las razones de su prohibición. Unos planos filmados en blanco y negro que muestran grupos de cubanos en los bares de Regla y del puerto de La Habana. No hay mensaje político ni crítica alguna. Solamente unos trabajadores cubanos tomando ron en los bares. Una muestra de aquel «free cinema» incipiente.
La razón de prohibir su exhibición muestra con crudeza el planteamiento totalitario del comunismo, como también sucedió con el franquismo. El film no enaltece los valores de la revolución y no muestra al hombre nuevo, sino una realidad alejada de los dogmas totalitarios. Es un ejemplo que no ayuda a catequizar al pueblo. Razón suficiente para condenarlo al silencio.
El éxito del documental de Giroud sobre la autoinculpación del poeta cubano trae a la actualidad la obsesión compulsiva de los visionarios dotados de poder por controlar cualquier mensaje que encienda en las personas la idea de pensar por sí mismos. El juicio a Padilla fue una mala copia de la purga estalinista con los denominados «juicios de Moscú». El «hombre nuevo» debe seguir las directrices del partido.
El escándalo internacional por el encarcelamiento de Padilla y su posterior confesión pública de una serie de actos que jamás cometió, es una prueba de la vesania de los dictadores. Se encarcela al disidente, se le amenaza con llevar a prisión a su familia y se logra que se auto inculpe de ser espía, renegar de sus idas y abjurar de todo su arte.
La dictadura cubana sigue en pie sesenta y cuatro después. Los regímenes totalitarios fracasaron, pero la doctrina continúa vigente. La partición de Alemania, tras la segunda guerra mundial, evidenció las diferencias entre el sistema comunista y el capitalista. En Cuba han sido millones los cubanos que emigraron, incluso a riesgo de sus vidas, para dejar atrás el 'paraíso socialista' y alcanzar el 'infierno capitalista'.
El documental sobre el caso Padilla es emblemático porque ha recuperado las imágenes del poeta cubano acusándose a sí mismo, en una parodia de un juicio. Pese a que algunos intelectuales europeos y norteamericanos se alejaron del castrismo tras la depuración de artistas homosexuales, vanguardistas o no afectos al régimen, hoy en día otros resisten proclamándose comunistas artistas que en su día dieron la espalda a sus colegas, cuando el castrismo decretó aquello de «Con la revolución todo, contra la revolución nada». Esa frase fue el comienzo del ostracismo de figuras Como Lezama Lima, Virgilio Piñera, Reynaldo Arenas, Zoé Valdés, Cabrera Infante, Pedro Juan Gutiérrez y un largo etcétera.
Los edenes soñados por el totalitarismo desembocan en infiernos en los que se destruye a las personas mediante una inmersión en la colectividad, donde la palabra libertad queda obliterada.
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