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El año 2023 toca hoy a su fin. Doce meses que, a pesar de unas elecciones autonómicas y un cambio de Gobierno, no disipan la niebla melancólica que aqueja la región desde hace años, muchos años. El diccionario de la Real Academia Española de la ... Lengua define el término melancolía de esta manera: «Tristeza vaga, profunda, sosegada y permanente, nacida de causas físicas o morales, que hace que quien la padece no encuentre gusto ni diversión en nada». Una de las raíces de ese estado de ánimo es la frustración de la persona o el colectivo humano que no logra alcanzar los objetivos marcados.
Un somero repaso a lo acontecido durante el año que está a punto de concluir explica las razones por las que, una buena parte de los cántabros, estamos aquejados de esa singular depresión. Los asuntos importantes continúan inmóviles o, en el mejor de los casos, avanzan con exasperante lentitud. Los cántabros seguimos atrapados en una red que impide el avance, mientras vemos como una gran parte de España prospera a mucha mayor velocidad.
Un símbolo de esa melancolía bien puede ser el ya cansino debate sobre los espigones de la playa de La Magdalena. En una última pirueta, El Diario Montañés informaba de la decisión del Ministerio de regresar a la idea original de realizar el proyecto que redactó el Instituto de Hidráulica de la Universidad de Cantabria. Es decir, construir el segundo espigón y, por supuesto, mantener el que ya está en pie y que iba a ser demolido. La sensación de esfuerzos vanos, de tiempo perdido, desgana y apatía conducen a esa situación de inanidad que invade nuestra región.
En estas tierras de proyectos abortados, la fina capa de humedad en el ambiente difumina el paisaje. Juan González Bedoya, periodista de la vieja escuela y político de la izquierda socialdemócrata, dice, con gracia y buena puntería, que «Revilla prometió dos AVES… gallinas serían», con lo que pone en suerte el eterno asunto del ferrocarril. A medida que transcurren los años, el nivel de aislamiento de Cantabria crece y lo hace porque el resto de las comunidades españolas logran mejorar sus comunicaciones y aquí no solamente no se avanza, sino que se retrocede.
No es necesario recordar las promesas rotas, los plazos incumplidos, los proyectos muertos en el papel, o el ternero degustado en Monzón de Campos. Hablar del tren conduce a la tristeza porque no quedan fuerzas para la rebelión.
Los problemas transitan por el calendario sin que se atisben soluciones. La legislación ultraproteccionista ha permitido que la depuradora de Vuelta Ostrera, casi invisible en la ría de Suances, esté sentenciada al derribo. Cada año se debate sobre cómo y cuánto costará demolerla y, sobre todo, dónde ubicar la nueva. El proceso técnico-jurídico se detiene en los diferentes meandros del río perezoso de la Administración. No hay prisa, porque la ilegal estación que limpia las aguas que se vierten en la cuenca del Besaya cumple con su función.
Los retos medulares para nuestra comunidad siguen sin avances importantes: el AVE Palencia Reinosa se mueve a mínima velocidad, la tan anunciada protonterapia de Valdecilla progresa solamente en el papel, el tercer carril de la autovía entre Laredo y Vizcaya se terminará dentro de dos lustros… si no hay retrasos. En el ámbito cultural es reseñable que la obra para el Faro Santander, en la antigua sede del Banco Santander avanza, se ha inaugurado el centro prehistórico de Puente Viesgo y pronto se abrirá el remodelado MAS. En el lado negativo, la ubicación del centro asociado al museo Reina Sofia-Archivo Lafuente permanece en el limbo y el estado de la Biblioteca Menéndez Pelayo, en obras, genera una profunda preocupación.
Un síntoma de la decadencia y la pérdida de servicios ha sido el cierre de la única farmacia con servicio 24 horas en Santander al que se une el deterioro del comercio tradicional en el centro urbano.
De esta situación de atonía se puede salir y hay noticias optimistas. El anuncio de la construcción en los terrenos de Sniace de una planta de hidrógeno, la ampliación del Puerto de Santander, la rebaja de la carga fiscal para el año 2024. Los cántabros debemos enfrentarnos al reto de superar estos años de declive y atonía para reconstruir el tejido industrial, mejorar la competitividad y definir, con más precisión, el futuro inmediato. El turismo y la hostelería son valor en alza a cuidar y desarrollar… pero sin abandonar el desarrollo de la industria, la investigación y la enseñanza.
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