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Los españoles nos encerramos en el bucle de nuestra memoria histórica circunscrita exclusivamente al periodo más negro, sangriento y desgarrador: la guerra civil. Ese monotema aleja del análisis del pasado otras cuestiones directamente relacionadas con el pretérito próximo: el siglo XX. De lo sucedido en ... España, en Europa y en todo el mundo en el siglo pasado es conveniente extraer lecciones que permitan un análisis sereno y certero del presente. La historia puede y debe desempeñar un papel pedagógico que evite errores.
La guerra iniciada por Rusia contra Ucrania cumple un año de violencia, muerte y destrucción. Doce meses, desde que el presidente ruso, Vladimir Putin, decidiera, primero apoderarse de la península de Crimea y más tarde iniciar una batalla para anexionarse el este de Ucrania y, en una segunda fase, toda la nación. Una agresión completamente injustificada, una declaración de guerra que obliga a los países europeos, y especialmente a la Unión Europea, a posicionarse.
Las consecuencias de la invasión perpetrada por Rusia avivan la memoria y nos conducen a los acontecimientos que desataron la Segunda Guerra Mundial. En los años treinta del pasado siglo, el nazismo, con creciente fuerza en Alemania, y el fascismo italiano llevaron a cabo una estrategia calcada a la de Putin: extender su imperialismo y su dictadura con la convicción de que las potencias democráticas se mantendrían tibias en la defensa de los países agredidos. La estrategia de la cesión y el apaciguamiento fracasó y como dijo Churchill: «Os dieron a elegir entre el deshonor y la guerra… Elegisteis el deshonor, y ahora tendréis la guerra». De aquellos hechos deberíamos tomar nota en el presente.
La Segunda Guerra Mundial se inició en septiembre de 1939, pocos días después de que la Alemania nazi y la Rusia comunista firmaran un tratado de no agresión en el que, como adenda secreta, se incluía la conquista y reparto de Polonia. Desde septiembre de 1939 hasta el 22 de junio de 1941, cuando el ejército de Hitler había conquistado Polonia, Francia, Grecia, Holanda, Bélgica… Los comunistas rusos enviaron alimentos, petróleo y materias primas a Alemania. Una ayuda esencial para el régimen nazi.
Durante ese año y medio los comunistas franceses realizaron una denodada labor de apoyo a los rusos, aliados de Hitler. En Francia apelaron al pacifismo, recordaron las matanzas de la primera guerra mundial, debilitaron al máximo la disciplina en el ejército y socavaron la moral de la población civil. Una buena parte de la fácil y rápida conquista de Francia por las tropas alemanas se debió a la penetración de los comunistas en las filas del ejército galo.
Sólo cuando más tarde Hitler inició la invasión de Rusia y sus países satélites, los comunistas franceses iniciaron la formación de la resistencia para combatir a los alemanes. Ahora, asistimos en España y en otros países europeos, a una repetición de lo sucedido hace más de ochenta años. La ultra izquierda, que no se avergüenza de proclamarse comunista, apoya al neocomunista Vladimir Putin con un discurso pacifista y oponiéndose a la ayuda militar de las democracias al ejército ucraniano.
Una vez más, las democracias europeas dependen de la buena voluntad del 'amigo americano'. Sin el apoyo de los Estados Unidos y, en menor medida, de Gran Bretaña los rusos ya habrían tomado el este de Ucrania y prepararían la conquista del resto del país.
El escenario presenta un aspecto preocupante: en Rusia gobierna un dictador que lleva más de veinte años gobernado el país en el que la democracia es una utopía. Putin desea recuperar el papel que tuvo la URSS durante la etapa abiertamente comunista y extender su tiranía a las naciones que lograron romper el yugo impuesto desde Moscú. Invadió Crimea y apenas hubo unas débiles protestas en el ámbito internacional.
Ahora se cumple un año de la invasión de Ucrania. Los países libres y democráticos prestan ayuda al gobierno de Zelenski, aunque con una contención digna de mejor causa. Los comunistas mantienen la misma estrategia que los años cuarenta del siglo pasado: frenar a las democracias para que no auxilien a las víctimas del imperialismo ruso. La quinta columna de la ultraizquierda predica el pacifismo en occidente, pero es incapaz de hacerlo en la Rusia que ha recuperado el viejo sistema dictatorial travestido de un régimen que trata, inútilmente, de fingirse demócrata. La democracia y la libertad son valores esenciales que deben ser protegidos a cualquier precio. Las lecciones de la historia señalan el coste de los errores cometidos en situaciones similares.
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