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En los primeros días del mes de octubre de 1934 la izquierda española dio un golpe de estado que se denominó revolución y que fracasó en casi toda España, menos en Asturias, donde anarquistas, socialistas, comunistas y sindicalistas se unieron para tomar el poder por ... las armas. La razón esgrimida por los golpistas contra el gobierno republicano fue la entrada en el gabinete de tres ministros del partido de Gil Robles, la CEDA, que había ganado las elecciones. Inicialmente el gobierno lo formaron los seguidores de Alejandro Lerroux, en solitario, con el apoyo indirecto de la CEDA. El golpe de estado se basó en un argumento inequívoco: la derecha no tenía legitimidad para gobernar y el resultado de las elecciones democráticas no podía ser aceptado, porque la república era de izquierdas o no era.
Esta efeméride pasa desapercibida en los medios de comunicación españoles, hasta el punto que antes de iniciar este artículo he comprobado varias veces que los sangrientos sucesos se produjeron en los primeros días de octubre del año 1934. La ausencia de artículos sobre este episodio me ha hecho dudar sobre la exactitud de las fechas.
Con ese motivo, he releído un libro que ofrece una visión plural de lo sucedido: «Tres periodistas en la revolución de Asturias» (Libros del Asteroide) que contiene las crónicas y reportajes de Chaves Nogales, Josep Pla y José Díaz Fernández escritas y publicadas días después de que el ejército terminara con la revolución. Son testimonios de informadores independientes, simpatizantes de la República, pero horrorizados por los relatos de quienes vivieron los quince días en los que muchos pueblos asturianos estuvieron en manos de los golpistas.
El odio, el rencor y la violencia fueron los protagonistas de aquellos días en los que se puso en cuestión la estructura liberal y democrática, en un intento de imitar la revolución rusa que terminó con el zarismo e impuso un sistema comunista que duró hasta la caída del muro de Berlín, a finales del siglo XX.
Chaves Nogales escribe en el diario madrileño «Ahora»: «Me atrevería a afirmar que casi todas las víctimas de la revolución lo han sido por motivos de venganza personal pura y simple, no porque la revolución triunfante se haya dedicado a la tarea de cortar las cabezas de sus odiados enemigos».
Esta apreciación del periodista parece el preludio de lo sucedido luego, en la guerra civil provocada por la rebelión de parte de ejército y grupos políticos contra el gobierno republicano.
De las causas que generaron la revolución de Asturias se pueden extraer lecciones para el presente. Tanto un sistema de monarquía parlamentaria, como otro republicano, deben defender la democracia que permita gobernar a quienes obtengan más apoyos del voto popular. Es más, la alternancia de diferentes colores políticos en el ejecutivo, es necesaria para que los ciudadanos comprueben, de manera directa, el resultado de aplicar unas medidas u otras. Equiparar república a izquierda es un error y existen muchos ejemplos de países con constituciones republicanas en los que la alternancia, en función de la voluntad popular, se produce con normalidad.
La revolución de 1934 fue utilizada por los partidos independentistas catalanes para proclamar, el día 6 de octubre, el Estado Catalán dentro de República Federal Española. El experimento duró horas y los diputados de la nueva nación catalana huyeron heroicamente por las alcantarillas en cuanto se acercó al parlamento catalán una compañía del ejército de la República.
En el libro anteriormente citado, escribe Josep Pla unas reflexiones acerca de la generación del clima que propició una revuelta tan radical y violenta como la de Asturias: «La alta burguesía asturiana tiene también buena parte de culpa en lo que ha pasado. Los intelectuales no se hablan. La Universidad de Oviedo ha pagado con su destrucción los fermentos de disgregación que lanzó. Todo el mundo era aquí demoliberal y la gente se jactaba de 'izquierdismo bien entendido' y de 'reformismo avanzado'». La ceguera de algunos intelectuales o su posición diletante fueron elementos que ayudaron a que se desencadenaran los sangrientos sucesos de Asturias.
Asistimos hoy, con horror en los ojos, al aniversario de la matanza de judíos por parte de Hamas, a la destrucción de la franja de Gaza, a la invasión de Ucrania por parte del ejército ruso, y nos olvidamos de que en nuestra historia reciente acumulamos acciones tan crueles, o más, que las que ahora nos horrorizan. Si del pasado tenemos que aprender para no repetir errores, del golpe de estado en España de 1934, debemos convenir en que la violencia no es el camino y que la democracia debe respetar siempre el dictamen de las urnas, la voz de los ciudadanos.
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