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La memoria colectiva sirve para construir la historia. Recordar el pasado es buen ejercicio, siempre que no derive en nostalgia, que frena el progreso. La idea de que cualquier tiempo pasado fue mejor resulta a todas luces errónea, porque el talento de los humanos permite ... un constante desarrollo que mejora las condiciones de vida y amplía el horizonte cultural. En la profesión periodística, como en tantas otras, la irrupción de la tecnología ha supuesto una metamorfosis absoluta, hasta el punto de que, en pocos años, es difícil reconocer las formas del trabajo en las redacciones de hace cinco décadas.
El oficio de informar, analizar y opinar mantiene su esencia: la pasión por contar noticias, el amor a la verdad, la búsqueda de la objetividad y el servicio a los ciudadanos. El periodismo sigue siendo el mismo que hace un siglo, aunque la forma de trabajar ha experimentado una transformación radical. Un reportero clásico, ya jubilado, respondía a la pregunta de si los periódicos eran mejor ahora que medio siglo atrás con esta frase: «Antes para hacer un periódico los redactores consumían café, mucho café, buenas dosis de alcohol y tabaco». Las redacciones quedaban envueltas en una niebla de humo de tabaco y en las mesas, junto a las máquinas de escribir, reposaban vasos llenos de coca cola y ron o copas de coñac.
Ese mismo periodista concluía su alegato: «Antes era necesario café, alcohol y tabaco y ahora los diarios se hacen con una botella de agua mineral… ¡Cómo van a ser mejores!». Pues sí, son mejores, aunque aquellos tiempos ya pasados conduzcan a la nostalgia.
Los redactores de hoy trabajan de forma distinta, pero la esencia es la misma, no se ha perdido la curiosidad ni el deseo de informar. Los periódicos ahora son multimedia. En El Diario Montañés, por ejemplo, es posible leer cada día el formato tradicional en papel. Con la diferencia de una calidad de impresión muy grande e imágenes en color.
Pero también en la edición digital se puede leer y ver un acontecimiento como en la televisión o escuchar unos audios como en la radio. Por cierto, qué lección de periodismo los audios del caso 'Obras públicas'.
Para los periodistas del 'antiguo testamento' lo que se ha perdido es el romanticismo de escribir a máquina, contactar directamente con deportistas, políticos, médicos, etc. sin necesidad de ruedas de prensa. La satisfacción de conseguir una exclusiva o de poder informar siendo testigo de los hechos.
Para recuperar la época en que el periodismo era más cimarrón y menos científico, Jesús Fernández Úbeda ha publicado un libro, titulado 'Nido de piratas' (1). Un retrato directo de un grupo de reporteros clásicos que dejaron huella y forjaron mitos.
Fernández Úbeda repasa, con testimonios personales, la historia del diario madrileño 'Pueblo', la mejor escuela de periodismo de su época.
Bastan unos pocos nombres para comprender la concentración de talento periodístico en una sola publicación. En 'Pueblo' coincidieron reporteros como Manu Marlasca, Felipe Navarro, que siempre firmó como Yale, padre de la periodista y novelista Julia Navarro; o corresponsales de guerra entre los que destacan Vicente Talón y Pérez Reverte. La pléyade de nombres casi reverenciales es larga: Rosa Villacastín, ahora en tertulias de prensa rosa; Juan Luis Cebrián, más adelante director de El País, Amilibia en sucesos.
En fotografía, dos firmas que han hecho historia: César Lucas y Raúl Cancio. Ambos modificaron la forma de ejercer el fotoperiodismo. La lista de informadores es abrumadora: José María García, Pilar Narvión, Juan Manuel Gozalo, Tico Medina. Raúl del Pozo sentó cátedra entre los columnistas y aún sigue deslumbrando con su forma de escribir e interpretar la realidad. Hablar de 'Pueblo' sin citar a su creador, Emilio Romero, es error manifiesto. Romero fue capaz de convertir un periódico oficial, propiedad de los sindicatos verticales y en pleno franquismo, en un diario de enorme difusión –rozó los 300.000 ejemplares– con contenidos alejados de la pauta oficial. Romero, un falangista ilustrado, fue el aglutinador de la mayor concentración de talento periodístico.
Entre los nombres que destacan en Pueblo aparecen varios vinculados a Cantabria y especialmente a El Diario Montañés. Jaime de la Fuente, lebaniego formado en Madrid, fue uno de los grandes redactores de Pueblo y ejerció la jefatura de la sección de 'provincias', denominación en la que se agrupaba a los corresponsales. José Ramón Sainz hizo sus primeros trabajos periodísticos en el diario de Romero y fue colaborador asiduo de El Diario.
José Antonio Gurriarán, director de El Diario lo fue, años más tarde, de Pueblo a quien le correspondió la triste tarea de cerrar el diario y José Aurelio Valdeón vino desde la redacción de Pueblo a Cantabria para dirigir El Diario Montañés durante un año.
Luis Romasanta, periodista devenido en alto funcionario, es uno de los principales narradores y ocupó en Cantabria un alto cargo en el Gobierno regional.
(1) 'Nido de piratas. La fascinante historia del diario Pueblo' (1965-1984). Editorial Debate.
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