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El uso del concepto manos muertas sigue en vigor, aunque ahora no se utilice apenas esa expresión. En el presente, a la no explotación de los bienes se denomina lucro cesante o sencillamente despilfarro. Los ejemplos son abundantes, aunque permanecen casi invisibles para la mayor ... parte de los cántabros. Si de un hecho no se habla, deja de existir; y aunque sea algo más que evidente, queda marginado y se piensa en otra cosa.
Un ejemplo de esos bienes que no se utilizan, es decir que están en manos muertas, es la finca de La Remonta, en Santander. El espacio es mucho más extenso de lo que parece a simple vista. Ocupa una superficie, con acceso posible por tres carreteras, con un tamaño de treinta hectáreas. Para comprender mejor esa dimensión, basta decir que es más grande que la península de La Magdalena.
Este terreno es propiedad del Ministerio de Defensa. Nunca fue una pieza relevante dentro del Ministerio, ya que tenía como objetivo abastecer de caballos al ejército cuando estos animales eran esenciales en el orden de combate y también en el transporte de armas y pertrechos. A partir de la segunda mitad del siglo XX, el cuartel de La Remonta fue más bien un servicio enfocado más a los ganaderos que a la defensa de España. En la finca santanderina se criaban equinos de tiro, con excelente pedigrí, para ser utilizados como sementales para mejorar la raza.
Para prestar ese servicio bastaba con una décima parte del terreno y así llegó el cierre de las instalaciones militares. Desde entonces, ha habido algunos intentos para poner en servicio un terreno ubicado en la entrada de la ciudad con enormes perspectivas, pero siempre frustradas.
Mientras se negociaba un acuerdo con el Ministerio de Defensa –similar al ya realizado con el cuartel del paseo del General Dávila– para que una parte de la finca obtuviera licencia para edificar viviendas, el Ministerio lo pusiera en venta y el resto pasara a propiedad municipal, se han perdido lustros. El debate es monótono, incluso exasperante: una parte de los políticos apuestan por mantener todo el terreno como parque y otros consideran que Santander necesita viviendas y que ese es un lugar idóneo para dotar a la capital de un buen parque de pisos de promoción pública.
Si hacemos caso a los clásicos, en el medio está la virtud. Aristóteles proclamaba el 'Aurea mediocritas', la necesidad de no caer en los extremos y de buscar el punto de equilibrio. En este caso ese término medio es sencillo: destinar una parte del terreno para casas de promoción pública, otra parte a viviendas libres y una gran parte a un parque público.
Los problemas de la vivienda en Santander son evidentes. En cualquier caso, la escasez de oferta de pisos es muy superior al de zonas verdes. La capital de Cantabria cuenta, en el presente, con numerosos zonas verdes y de esparcimiento. El inventario es extenso: desde el parque del doctor Morales, justo enfrente de La Remonta, hasta Mataleñas, pasando por La Magdalena, jardines de Pereda y todo el norte de la ciudad, que es un extenso prado salpicado de pequeñas viviendas. En la vaguada de Las llamas, otro parque pendiente de ampliación.
Un obstáculo para que La Remonta sea útil para los santanderinos es la falta de acuerdo entre el Ministerio de Defensa y el Ayuntamiento de Santander. Este freno al disfrute de un bien común debe desaparecer con urgencia. Tanto el Gobierno de España como el Ayuntamiento de Santander son instituciones públicas que deben estar al servicio de sus dueños, que no son otros, que los españoles y los santanderinos de manera singular. No es asumible que un terreno de propiedad pública permanezca, año tras año, sin prestar servicio en un auténtico derroche, ya que el tiempo transcurrido sin utilidad supone una pérdida real. Una merma patrimonial que no es reversible.
La ciudad necesita viviendas para sus residentes y para poder crecer. También es necesario un equilibrio entre las zonas verdes y las residenciales. No es complicado evaluar la situación de Santander, que cuenta, además de amplios parques, con una bahía que es un 'parque' extenso y limpio. La bahía ofrece a la ciudad un paisaje excepcional y un alivio de la contaminación. Los cántabros necesitan casas que permitan bajar los precios de la compra y el alquiler. Viviendas asequibles. Santander puede caer en la paradoja de contar con extensos parques sin vecinos que los puedan disfrutar.
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