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La política sobre inmigración y especialmente el reparto por la geografía nacional de los menores no acompañados es, junto con la carestía de la vivienda, ... uno de los problemas que más preocupan a los españoles. En Cantabria, la llegada de personas procedentes de otros países no ha sido tan intensa como en otras regiones y por ello no existe el mismo nivel de interés. Para el reparto de inmigrantes menores de edad y no acompañados, el Gobierno quiere aplicar un criterio que, en principio, parece justo: distribuir a esos menores de manera que todas las comunidades autónomas acojan el mismo número en función de los que ya recibieron anteriormente. Algo tan sencillo como procurar equilibrio y evitar que determinadas zonas de España tengan una sobrecarga de inmigrantes y que sea más fácil la integración.
Esa fórmula de fomentar la igualdad debería ser aplaudida en Cantabria, siempre que se aplique de manera universal y no solamente cuando convenga a las regiones que pretenden independizarse de España.
Cantabria padece, junto con Extremadura, un severo déficit de inversiones en infraestructuras, principalmente en la red ferroviaria. Un vistazo al mapa de España en comunicaciones por tren de alta velocidad indica que Santander es una de las pocas capitales de provincia que carece de ese servicio. Lo que es peor es que no hay perspectiva para que en un plazo de diez o veinte años se logre esa meta. En el mejor de los casos, el AVE llegará a Reinosa y desde la capital campurriana seguirá serpenteando lentamente hasta la capital. Con una 'asombrosa' velocidad media de menos de sesenta kilómetros por hora.
La aplicación de la doctrina que asume ahora el Gobierno de España supondría para nuestra comunidad una inversión milmillonaria, ya que sería necesario compensar el desequilibrio producido durante las últimas décadas. Al menos en unos años se limitarían a cero las inversiones en territorios bien dotados de red de alta velocidad para destinar una ingente cantidad de dinero a desarrollar comunidades como Cantabria o Extremadura, verdaderas cenicientas de la España de la alta velocidad.
La aceptación de la tesis –bastante lógica– según la cual las inversiones desde el Gobierno de España no deben ser iguales en el presente, sino que deben contemplar el déficit histórico, también debería extenderse a las autovías. Cantabria permanece entre las regiones en las que la comunicación con el sur permanece inconclusa. La autovía Aguilar de Campoo-Burgos apenas avanza, cuando es fundamental para unir Cantabria con la meseta, o lo que es lo mismo con la mayor parte de España.
Fijarse en las conexiones ferroviarias por el eje de la costa cantábrica supone ver unos trenes del siglo XVIII. El ferrocarril que conecta Santander con Bilbao es digno de una película del salvaje oeste americano, en la que los ladrones a caballo superaban la velocidad del tren para abordarlo sin dificultad. Para recorrer los cien kilómetros que separan Santander de Bilbao se tardan tres horas y la frecuencia de averías, incidentes y retrasos son frecuentes. Hacia el oeste la situación es similar lo que convierte a estos trenes en inútiles y al mismo tiempo su mantenimiento resulta muy caro. Un ejemplo de ineficiencia. En buena parte del resto de España los denominados trenes de cercanías prestan un servicio realmente eficaz. En Cantabria se puede afirmar con rigor que, de facto, esa red de cercanías es prácticamente inexistente.
Si pasamos de la teoría que parece defender el Gobierno de tener en cuenta el porcentaje de inmigrantes existentes a la hora de ubicar a los nuevos, a la realidad de que ese planteamiento es una mera fórmula para cumplir las exigencias de los partidos independentistas, entonces resulta evidente que la tesis del equilibrio y la igualdad no se extenderá a otras áreas.
Pese a ese engaño para justificar nuevas prebendas a catalanes y vascos, los políticos de nuestra tierra poseen ahora un argumento potente para que se corrijan los desequilibrios acumulados durante lustros. Y lo pueden utilizar todos. Tanto las derechas como las izquierdas o los regionalistas, porque una vez que el Gobierno plantea la necesidad de equilibrar las diferentes comunidades, no es de suponer que ni la derecha ni el regionalismo se opongan a que el Estado pague la deuda histórica contraída con Cantabria durante muchos años. La bandera de la igualdad ha sido sostenida con fuerza por los partidos de izquierdas, es más, puede decirse que ese principio es uno de los cimientos de las formaciones progresistas. Ahora se debe hacer valer esa necesaria reparación de las desigualdades para que las inversiones básicas no sigan fluyendo hacia los territorios ya excelentemente dotados, sino que se canalicen a las regiones con déficit de infraestructuras hasta alcanzar un punto de equilibrio.
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Ana del Castillo
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