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La manifestación en Barcelona contra la amnistía a los delincuentes que intervinieron en los hechos del referéndum ilegal del 1 de octubre de 2017 terminó con la canción 'Resistiré' que hizo popular el Dúo Dinámico en 1988. Compuesta por Manuel de la Calva con letra ... del periodista Carlos Toro Montoro, no es la más adecuada para la ocasión. Supone una aceptación de actuar a la defensiva, de limitarse a no ser derribados por los embates del contrario. Los clásicos en estrategia admiten que la mejor defensa es un buen ataque.
Se me ocurren canciones más explícitas, más propias para aplicar en esta situación. Canciones que provienen todas de la izquierda y del independentismo. ¿Por qué no cantar la composición de Paco Ibáñez con letra de un poema de Rafael Alberti como 'A galopar'? Los versos del poeta andaluz, con música del catalán Ibáñez, son más certeros:
A galopar, a galopar, hasta enterrarlos en el mar / A corazón, suenan, suenan, resuenan / las tierras de España en las herraduras / galopa caballo cuatralbo, jinete del pueblo / que la tierra es tuya.
La elección de 'Resistiré' como himno para mostrar el rechazo a la amnistía, a la secesión de Cataluña y a la entrega de más privilegios, no es la más acertada. La mentalidad de realizar cesiones, en principio no esenciales, a los adversarios ha sido la receta aplicada durante cuarenta años, tanto por parte de los gobiernos del PP como del PSOE. De esa manera, tanto Cataluña como la región vasca, con el añadido de Navarra, han amasado privilegios lentamente, pero sin pausa. Lo que es más grave: nunca se ha revertido el proceso porque jamás se ha devuelto al gobierno de España una competencia transferida. La táctica de ceder para normalizar no ha dado resultado, porque los independentistas mantienen su objetivo de trocear España.
La metáfora esgrimida por Alfonso Guerra del fuet que se corta en finas rodajas hasta que desaparece es muy acertada. En el presente, la diferencia entre esas dos regiones españolas y el resto ha crecido de forma exponencial. Los avances hacia la segregación son constantes, de manera que elementos sustanciales de la cohesión nacional han desaparecido. La sanidad, la educación, la policía y tantos otros sectores, han dejado de ser iguales en toda España, para alcanzar una fragmentación que dificulta la labor de sanitarios y docentes.
El uso de la lengua como elemento de segregación ha erosionado la libertad de las personas y contribuye a ahondar en la división entre españoles.
El artículo tercero de la Carta Magna es claro:
1. El castellano es la lengua española oficial del Estado. Todos los españoles tienen el deber de conocerla y el derecho a usarla.
2. Las demás lenguas españolas serán también oficiales en las respectivas Comunidades Autónomas de acuerdo con sus Estatutos.
3. La riqueza de las distintas modalidades lingüísticas de España es un patrimonio cultural que será objeto de especial respeto y protección.
Afirma que el castellano es la lengua oficial del Estado y que todos tenemos derecho a utilizarla. En realidad, esto se vulnera de manera reiterada cuando en determinadas regiones se exige el conocimiento de otras modalidades lingüísticas para acceder a los puestos de trabajo de ámbito público.
Tras este proceso de dispersión de normas y de avances en la dirección de llevar a la práctica modelos independentistas, las medidas a adoptar deben ser de vuelta a la normalidad y a la Constitución. Limitarse a resistir supone admitir que las desigualdades entre españoles se consoliden y que, con las presentes negociaciones entre el PSOE y los independentistas no solamente no se atenúen, sino que se incrementen.
Es hora de cortar en seco la cesión ante el independentismo e iniciar una revisión de esos pasos que, con el paso del tiempo, se han mostrado equivocados. No basta con resistir, es necesario extender la justicia en España. Que todos seamos iguales, tengamos los mismos derechos y que los valores republicanos de libertad, igualdad y fraternidad se apliquen sin ambages.
Un proceso de revisión de la dispersión normativa parece imprescindible. Incluso una buena parte de la izquierda que defiende los nacionalismos pide que las leyes tributarias se unifiquen para evitar diferencias fiscales. Una recentralización que no se lleva a cabo porque a partidos como el PNV, ERC, Junts, Bildu-HB, etc. les resulta imposible aceptar cualquier norma que homogenice España e iguale a los españoles.
No es momento de resistir, sino de regresar a las esencias de la constitución y revertir la legislación que separa en lugar de unir.
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