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El paisaje de Santander y de otras localidades cántabras como Torrelavega o los municipios del arco de la bahía ha experimentado una transformación radical. En los núcleos urbanos han cerrado comercios tradicionales para dar paso a las grandes firmas de moda y distribución, con una ... homogenización de las calles. Proliferan los locales vacíos y solamente las personas de mayor edad recuerdan nombres que antaño fueron referentes. Este mes, se cumplen 25 años de la instalación de El Corte Inglés en las proximidades del aeropuerto de Parayas, ahora Seve Ballesteros.
De lo ocurrido en ese cuarto de siglo se pueden extraer conclusiones, algunas muy evidentes, otras discutibles y sujetas a diferentes interpretaciones. Si retrocedemos en el tiempo, vemos como se produjeron errores en el análisis y fracasó la proyección a futuro de los acontecimientos.
Cuando en el año 1982, 42 años nos contemplan, se construyó la primera gran superficie, Pryca, en Peñacastillo, el pronóstico fue completamente erróneo. Muchos santanderinos se preguntaban ¿Quién va a ir hasta Peñacastillo a comprar? ¿Se han invertido millones de pesetas en un aparcamiento gigantesco y las mujeres apenas conducen automóviles? ¿Cuántos años para amortizar la inversión? El resultado fue un éxito desbordante, hasta el punto de que ese Pryca fue el más rentable de la cadena durante un par de años. Hubo una resistencia muy fuerte a admitir los cambios sociológicos. Esa tendencia a rechazar las novedades y no aceptar los cambios se ha repetido en diferentes materias, provocando una pérdida de dinamismo y competitividad en Cantabria.
El 'modelo Pryca' se asentó en la capital y las miradas del gobierno regional y los comerciantes se concentraron en la posible llegada de El Corte Inglés a la ciudad. El proyecto de abrir un establecimiento de esa marca se presentaba como una amenaza para el comercio tradicional. Se caricaturizó la marca como el gran Leviatán que arruinaría el comercio 'de siempre'. Inicialmente, la cadena entonces dirigida por Isidoro Álvarez, pensó en abrir su macrotienda en el centro de la ciudad, en la manzana existente entre la calle Juan de Herrera y San Francisco con límites en la calle del Puente y Lealtad. Una fórmula similar a la desarrollada en Bilbao y Oviedo. Los problemas de permisos urbanísticos, la necesidad de excavar un aparcamiento subterráneo y otros aspectos hicieron que la empresa renunciara. La oposición de los comerciantes, asociaciones vecinales, partidos políticos … contribuyó al descarte de esa opción.
Finalmente, El Corte Inglés decidió construir un gran centro comercial en la zona de Nueva Montaña, en unos terrenos degradados, que hubo que descontaminar. La oposición fue muy dura al nacimiento del mayor centro comercial de Cantabria. Aún se recuerda a Miguel Ángel Revilla, a la sazón diputado regional, diciendo que el centro comercial no se construiría, si no era sobre su cadáver. Finalmente, y con una fuerte inversión realizada completamente con fondos privados, se inauguró la gran superficie comercial… y no se hundió el mundo. Los cántabros lograron mejores ofertas, posibilidades de devolución del dinero de lo adquirido y horarios más amplios. Varios cientos encontraron trabajo y el comercio tradicional afrontó un cambio de estrategia, para posicionarse de nuevo.
Ahora, un cuatro de siglo más tarde de aquel acontecimiento, comprobamos que los anuncios apocalípticos no se han cumplido. Es más, junto a El Corte Inglés han nacido otras dos grandes instalaciones comerciales y se ven películas de estreno en lugares alejados del centro urbano. No solamente no se produjo una catástrofe, sino que se ha comprobado que había mercado para muchos más actores. Grandes firmas de distribución alimentaria desde Carrefour a Mercadona, pasando por otras muchas, han abierto supermercados modernos en todos los puntos neurálgicos de la geografía regional.
La liberalización de horarios, aún incompleta en Cantabria, ha permitido el crecimiento del empleo en el sector y ha mejorado la calidad de vida de los cántabros. Atrás quedan las polémicas y los enfrentamientos entre quienes se negaban a que se vendiera pan los domingos o, ahondando en la historia, los años en los que el franquismo prohibía trabajar los domingos y fiestas de guardar.
Es necesario mantener vivos estos hechos para no repetir equivocaciones, errores que han supuesto años de retraso en los avances y conllevaron una contracción del crecimiento. Los movimientos conservadores, integrados por quienes quieren conservar el presente y desconfían del futuro, pueden analizar el proceso de la metamorfosis del comercio en Cantabria y en España, para deshacerse de viejos prejuicios y afrontar con inteligencia y visión alejada de clichés obsoletos el futuro de un sector y de una comunidad autónoma.
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