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El próximo tres de noviembre la capital de Cantabria conmemorará el 130 aniversario de la explosión del buque 'Machichaco' que causó una verdadera masacre y modificó la geografía urbana. La catástrofe dejó la cifra de 590 muertos y cientos de heridos.
Para situar en contexto ... el suceso es imprescindible decir que, en aquel final del siglo XIX, la ciudad contaba con un censo de 50.000 habitantes. Cinco meses más tarde, la dinamita que transportaba el buque 'Cabo Machichaco' volvió a explosionar, durante las tareas de recuperación de la carga, y produjo el fallecimiento de 15 trabajadores que rescataban los explosivos que aún estaban en las bodegas y que no detonó en noviembre.
El estallido de la dinamita de la bodega del barco, a causa de un incendio a bordo, además de los cientos de víctimas mortales, destruyó varios edificios de la actual calle Calderón de la Barca y provocó varios incendios que finalmente fueron extinguidos. La ciudad renació de las cenizas de aquella catástrofe y recuperó impulso. Un Santander que, décadas más tarde, afrontó la destrucción de su parte más antigua en el incendio de febrero del año 1941. La destrucción causada por las llamas modificó de forma sustancial el trazado de la ciudad, hasta el punto que es difícil explicar a quien no conoció las calles arrasadas por el fuego como era Santander. La capital cántabra volvió a resucitar.
La explosión del buque 'Cabo Machichaco' es una prueba más de la forma que tenemos los humanos de no aprender de nuestros errores y caer, una y otra vez, en la falta de respeto por las normas y actuar con suma imprudencia, cuando no de forma delictiva. Lo sucedido con el 'Cabo Machichaco' enlaza con el incendio de tres discotecas en Murcia. En ambos casos la negligencia, la corrupción y la falta de control efectivo propiciaron la muerte de personas que sufrieron las consecuencias de la mala praxis.
El barco 'Cabo Machichaco' llegó a la bahía de Santander muchos días antes de que estallará su carga. La peste había hecho presa en España y los barcos que arribaban estaban obligados a guardar cuarentena en el muelle de la isla de Pedrosa. Hubo tiempo más que suficiente para comprobar que el manifiesto de carga se correspondía con la realidad. Nadie lo hizo y la dinamita permaneció en la bodega cuando se autorizó al carguero a atracar en el muelle de Maliaño, en pleno centro de la ciudad.
En este caso no se puede achacar a las autoridades ocultismo, porque desde la corporación municipal a las principales autoridades estuvieron junto al buque supervisando las tareas de extinción del fuego. Murió una buena parte del gobierno municipal y también autoridades civiles y militares.
La lección aprendida en el final del siglo XIX se ha olvidado: Una cosa es la legislación, la normativa, los protocolos de seguridad, etc. y otra, bien distinta, la realidad. Los políticos aprueban leyes con verdadero entusiasmo, pero una vez publicadas en el Boletín Oficial del Estado, apenas se ponen medios para vigilar su cumplimiento.
En el cruento suceso del Machichaco el documento que indicaba la carga del barco se aceptó sin comprobación alguna. Habría bastado una inspección rutinaria para encontrar los miles de kilos de dinamita y con ello evitar la posterior masacre. Esta mala praxis consistente en legislar mucho y comprobar poco sigue presente en la actualidad. Reglamentaciones complejas, en ocasiones de difícil cumplimiento, se acumulan mientras los mecanismos para comprobar su cumplimiento son inexistentes.
La explosión del Machichaco ha dejado honda huella en Santander. Un primer monumento en la zona del suceso se erigió hace muchos años y, posteriormente, el escultor Cobo Calderón creó un conjunto de figuras en el lugar del suceso, aprovechando el soterramiento de la calzada junto a los muelles realizada por la Fundación Botín. El viernes tres de noviembre, el Parlamento de Cantabria conmemora la tragedia con una conferencia de Francisco Gutiérrez, en el Ateneo de Santander.
Del suceso acaecido hace 130 años la lección permanece vigente: la vigilancia en el cumplimiento de la norma es esencial. Y debe llevarse a cabo de forma sistemática.
Desde los pequeños detalles, cómo que las puertas de los establecimientos públicos abran hacia fuera, hasta la preservación de los alimentos expuestos en las barras de los bares tras las urnas acristaladas, hasta la verificación de que las salidas de emergencia no quedan bloqueadas por la acumulación de cajas u otros objetos.
En la tragedia de las discotecas de Murcia falló, de forma escandalosa, el cumplimiento de la ley. Una orden de cierre no fue aplicada durante meses a pesar de que el establecimiento seguía abierto. Los responsables deberían simplificar los documentos normativos e inspeccionar más y mejor.
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