Secciones
Servicios
Destacamos
Allá por la mitad del siglo XX los veranos en España eran diferentes. La mayor parte de las familias se quedaban en su casa por falta de capacidad económica para viajar fuera unos días. Otros viajaban en tren y autobús a la vivienda de sus ... parientes, en algún pueblo de la geografía española. Una minoría ya tenía coche y alquilaba un apartamento en la costa, para disfrutar del mar y la playa. Madrid y otras ciudades castellanas detenían su actividad y el mes de agosto era un tiempo vacío.
Para los periodistas la sequía era informativa. Incluso aquella «pertinaz sequía» de la que tanto hablaba Franco y que servía al dictador para justificar cualquier mal que afectara a los españoles, se recrudecía en las páginas de los periódicos. Apenas había hechos que relatar a los lectores y en esa circunstancia se inventó la 'serpiente de verano'.
Para alimentar la curiosidad de los lectores se recurría a supuestos hechos llamativos, en muchos casos pura invención y en otros hipérboles fronterizas con la fantasía. Una de aquellas noticias nacidas para poner un punto de interés a la ausencia de novedades relevantes era la aparición del 'Monstruo del lago Ness', en Escocia. De monstruo mutó en simpático anfibio con el cariñoso apelativo de Nessie.
Este agosto del año 2024 hemos asistido al proceso de extinción de las serpientes de verano. Los políticos se han lanzado a una actividad frenética que hace innecesario recurrir a la imaginación. Ya no aparecen platillos volantes, ni J. J. Benítez nos cuenta una historia sobre los ojos de la virgen de Guadalupe. La abundancia de hechos relevantes deja sin hábitat a las serpientes veraniegas, que necesitan la protección del ecologismo nacional.
La realidad supera a cualquier ficción, de la misma forma que la naturaleza imita al arte. Este verano hemos visto una serpiente de verano auténtica, nada de montajes fotográficos ni de historias fantasiosas sobre niños que desaparecen una gran superficie comercial y aparecen sanos y salvos con la ropa cambiada. Ni de jóvenes que se aparecen en la peligrosa curva de la carretera. El esperpento de la llegada, discurso y fuga de Puigdemont ha sido un excelente sustitutivo de los alardes oníricos del estío.
Todo en esa historia fue digno de una película de Torrente o de una aventura de Mortadelo y Filemón. El prófugo anuncia que llegaría a Barcelona el día de la investidura de Illa. Entra en España sin que ni la Guardia Civil, ni la policía autonómica lo detengan. Tres días antes se instala en el centro de la ciudad un escenario, megafonía, etc. para recibir al proscrito. Llega Puigdemont caminando por la ciudad, lanza su soflama y se marcha impunemente. Para añadir un toque surrealista, es una mujer impedida la que conduce el coche del fugado.
Alguien dijo aquello de que se puede hacer de todo... menos el ridículo. En este caso se ha llevado el ridículo hasta el paroxismo y naturalmente no ha pasado nada. Ni una dimisión, ni siquiera un reproche.
El desprestigio de la clase política crece y amenaza con socavar los cimientos de la democracia. Las encuestas del Centro de Investigaciones Sociológicas, el CIS que dirige Tezanos, poco sospechoso de atender las instrucciones de la 'fachoesfera' indica que los políticos han perdido el poco prestigio que tenían y han pasado a ser uno de los problemas para los españoles.
La gran serpiente de verano es posible que sea precisamente la pérdida de credibilidad de aquellos que son elegidos democráticamente por los españoles. Un monstruo imaginario que se hace realidad y pasa a ser un elemento que diluye los cimientos de la sociedad. Recuperar el prestigio de los diputados, senadores y de quienes, en parlamentos regionales o en municipios, representan a sus conciudadanos, debería ser una tarea urgente a la que dedicar el máximo esfuerzo.
Quienes tienen en sus manos la responsabilidad, y el poder, de ser portavoces de miles de personas tienen la obligación de mantener contacto mas directo con sus representados y, sobre todo, entender que esa representación obliga a estar mas cerca de las personas que de las directrices de los aparatos de los partidos políticos.
Tras este agosto de perfil santanderino –sol, nubes y algunos días de lluvia– debemos extraer la conclusión de la imperiosa necesidad de recuperar el prestigio y la confianza de nuestros representantes en las instituciones. Nuestros diputados, alcaldes, concejales y demás cargos tienen la obligación de acercarse más a los ciudadanos y escuchar sus anhelos y peticiones para transformar la voz del pueblo en hechos.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.