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La humanidad es contradictoria y, sobre todo, egoísta. La sabiduría popular, tan incorrecta políticamente, se ha escrito con las disimilitudes de los acontecimientos. Desde aquello de «Haz lo que digo, no lo que hago» hasta el presente, en el que la desigualdad de unas personas ... respecto a otras se considera virtud. Esa impronta de sostener con vehemencia y con afanes misioneros unos principios y quebrarlos cuando incomodan lo más mínimo.
En Cantabria tenemos unos cuantos ejemplos de esta manera de actuar. Uno de los últimos es la oposición de un grupo de vecinos de San Miguel de Aguayo al inicio de las obras para construir un parque eólico en las crestas de sus montes. Tras varios lustros de debates, tribunales por medio y tiempo perdido, finalmente se concedieron los permisos necesarios para que Cantabria contara con un grupo de aerogeneradores eléctricos. Siguiendo la paradoja de Aquiles y la tortuga, en el último instante aparece un obstáculo inesperado, en forma de un nuevo plan de urbanismo que, de momento y por mucho tiempo, puede frenar el desarrollo de un parque capaz de producir energía eléctrica sin emitir gases de efecto invernadero.
Los vecinos, un centenar de personas –San Miguel de Aguayo es uno de los ayuntamientos de menor población de Cantabria– abren una vía para que no se puedan ejecutar ninguno de los parques previstos. La fórmula, bien pensada desde el punto de vista jurídico, ha consistido en la puesta en marcha de la revisión del Plan de Urbanismo, que paraliza las licencias.
Los vecinos de San Miguel de Aguayo no son diferentes al resto de cántabros. Seguro que, si les preguntas cual su posición sobre la contaminación ambiental, el cambio climático y la necesidad de fuentes de energía renovables, están a favor. es cuando las palabras y los principios se transforman en hechos concretos cuando aparecen las contradicciones. Quieren energía limpia, sostenible y barata pero no en su tierra. Los aerogeneradores que la producen no deben levantarse en sus montes, porque estropean el paisaje, matan a los pájaros, obligan a construir pistas...
Y de esa forma, con la ayuda de grupos minoritarios de militantes conservadores, aparece ese colectivo que lleva por lema: «Sí, pero no aquí». Nunca se encuentra el lugar apropiado para instalar una fábrica, un vertedero, una presa o cualquier elemento que las minorías perciban como una agresión a su sensible epidermis.
En el caso de los parques eólicos se ha seguido un proceso de limitación continua hasta acotar una mínima porción del territorio en la que, por la altura de los montes, las posibilidades de evacuar la energía y la existencia de viento resulta viable la ubicación de un grupo de aerogeneradores. Llegado a ese punto, tampoco ha sido suficiente. La reducción de posibles terrenos para habilitarlos como nuevos parques de generación de energía, al 1% del territorio, no satisface. Los conservadores han llegado, tras una larga e innecesaria reflexión, a una conclusión conocida desde la antigüedad: todo haz tiene su envés, los que es bueno para una cosa perjudica otra, no hay fármaco sin contraindicaciones…
La humanidad ha crecido, ha mejorado su esperanza de vida, ha superado las amenazas maltusianas, doblegado enfermedades apocalípticas…. Y lo ha logrado mediante el uso de la razón. Evaluando las ventajas y los inconvenientes para elegir los medios con balance positivo y asumiendo los inconvenientes.
Sobre la agresión al paisaje es necesario acudir a la memoria histórica. Uno de los elementos que más han modificado el paisaje costero han sido los faros. Edificios de gran altura ubicados en acantilados y lugares estratégicos. En el presente, cuando han dejado de ser elementos imprescindibles para la navegación, han mutado en elementos intocables, parte sustancial de la geografía local. Con la torre Eiffel parisina sucedió algo similar y para no poner ejemplos lejanos analicemos el proceso seguido por los cargaderos de mineral de la costa de nuestra región. Tanto el de El Astillero, como el de Dícido (Bien de interés cultural), en Castro Urdiales, han mutado de agresiones al entorno paisajístico a elementos valiosos de arqueología industrial que deben conservarse.
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