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En este año, pórtico del inicio de la Transición, del 'milagro' que condujo a los españoles de la dictadura de Franco a la democracia plena, es oportuno recordar aquellos hechos. Dos palabras fueron pronunciadas hasta la saciedad en aquellos tres años en los que se ... desmontó el régimen franquista y se aprobó la Constitución: 'Trampa saducea'. Esa expresión la acuñó Torcuato Fernández-Miranda, un hombre que supo conducir a España del autoritarismo de Franco a la democracia de Suárez. Y sin violencia. Con el trabajo directo del rey Juan Carlos, el empuje de Suárez y la colaboración de millones de españoles.
Torcuato denunció las trampas y obstáculos que tuvieron que superar para lograr el éxito de una operación política que admiró al mundo. Desde la derecha integrista, que no quería demoler el régimen; los nacionalistas catalanes y vascos rechazando la idea de una España moderna y abierta, hasta la izquierda radical que deseaba hacer la revolución bolchevique, se ejerció una fuerte presión para frenar el cambio y mantener los privilegios de la casta franquista. Muchos de ellos planteaban trampas saduceas, es decir, preguntas capciosas para las que cualquier respuesta significaba una cesión imposible o un error mayúsculo.
Aquí y ahora, los dirigentes políticos de la derecha y la izquierda mantienen la deleznable costumbre de presentarnos ese tipo de cuestiones imposibles de resolver. En estos días vemos dos ejemplos de ese planteamiento falaz: El gobierno de España presenta en el Parlamento la convalidación de un decreto ómnibus en el que se mezclan múltiples asuntos de muy diferente contenido.
El sustantivo ómnibus: un vehículo de transporte colectivo en el que viajan personas completamente diferentes y que no todas se dirigen al mismo lugar. Por similitud, se denomina también a los decretos o propuestas que se presentan en conjunto. Este tipo de iniciativas parlamentarias obliga a aprobar todas en su conjunto sin permitir otorgar el visto bueno a unas y rechazar otras. Este mecanismo legislativo es un perfecto argumento saduceo, ya que se actúe cómo se actúe se cometerá un error. Si se aprueba saldrán adelante cuestiones en las que hay consenso, pero también otras completamente inadmisibles. Si se rechaza, se dejará sin efecto medidas positivas para los ciudadanos. El ex presidente de Cantabria, Miguel Ángel Revilla, se equivocó en su última intervención en el programa de Antena 3, 'El Hormiguero', al decir que se podían votar por separado unas propuestas u otras.
El decreto ómnibus que tumbaron en el primer envite PP, VOX y Junts, y que finalmente ha obligado al presidente Sánchez a reducir los asuntos en curso y dividir el resultado en dos bloques, pero manteniendo la esencia antidemocrática, es un verdadero rompecabezas en el que se vota la subida de las pensiones y la prolongación de medidas que protegen a los okupas; la prolongación de ayudas al transporte público y el regalo de un palacete en París al PNV.
En Cantabria, el ejemplo del PSOE cunde y así el gobierno regional presenta otra ley con similar añagaza. El gobierno tramita en el Parlamento de la calle Alta la Ley de Simplificación Administrativa. Un texto necesario que tiene como objetivo reducir la excesiva burocracia y, sobre todo, agilizar la puesta en marcha de empresas, reformas en viviendas y un sin número de trámites. El proyecto de ley ha tenido, como estaba previsto, buena acogida. Las enmiendas presentadas no estaban en contra del espíritu de la ley, sino precisamente para profundizar y ampliar la reducción de requisitos y disminuir los plazos que paralizan durante meses diferentes iniciativas.
En ese texto legal también aparece la trampa saducea. Si se vota a favor también se aprueba una modificación que permitirá construir viviendas en terreno rústico, mediante la declaración de un PSIR. La pregunta es obligada ¿Qué relación existe entre una ley para reducir la burocracia con otra que modifica el marco legal del urbanismo?
Los partidos de la oposición ya han levantado el velo y anuncian que la ley de simplificación administrativa corre peligro. Estas maniobras oscuras son antidemocráticas y es urgente y necesario erradicar las leyes y decretos ómnibus o sencillamente aquellas que deberían tramitarse de forma separada.
El argumento simplista de pensar que los diputados quieren reducir su carga de trabajo no se sostiene. Estas propuestas múltiples tienen su razón de ser en el intento de los gobiernos de aprobar textos legales que, presentados en solitario, no obtendrían la aprobación de los partidos políticos. Una forma trapacera de legislar.
El gobierno de España, tras pactar con un partido separatista encabezado por un prófugo de la justicia, ha tenido que aceptar la reducción de la larga lista de asuntos presentados al unísono. En Cantabria es posible que el final de la historia sea la misma.
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