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Ayer, en la larga noche electoral, escribí en estas páginas que comenzaba la campaña electoral, un largo periodo que se preveía intenso hasta diciembre. El presidente Sánchez ha acortado el camino y ahora vamos de urna en urna, en una elección que se asemeja a ... unos comicios galos, a doble vuelta. Lo sucedido en Cantabria, y en el resto de España, ofrece materia sobrada para un análisis desde diferentes prismas.
Las elecciones municipales y, en algunas regiones, autonómicas han permitido que los españoles se pronuncien sobre las decisiones de Pedro Sánchez como presidente del gobierno. La respuesta ha sido clara: la mayor parte rechaza los pactos del PSOE con separatistas y con lo herederos de ETA. Tampoco parecen muy partidarios de esa frivolidad económica de mantener impuestos elevados para, una vez extraído el dinero del bolsillo del contribuyente, repartirlo en forma de ayudas y subvenciones caprichosas.
Si la lectura del resultado en las urnas la hacemos en clave cántabra, los votantes de nuestra comunidad han dicho no, con rotundidad, a la deriva hacia la izquierda del regionalismo. También se percibe un rechazo a la reiteración de promesas incumplidas, legislatura tras legislatura. El AVE es ya un mito, el polígono de la Pasiega un avatar y en la Cantabria real vemos como cierran los hornos de Ferroatlántica, Forjas de Reinosa, etc.
Revilla no midió bien. Pudo no revalidar su candidatura y emplear estos últimos cuatro años en organizar su sucesión al frente del regionalismo, pero con la derrota del 28 de mayo culmina su carrera con un regusto amargo.
La práctica desaparición de Ciudadanos es una mala noticia, porque es un partido que aportaba una necesaria dosis de liberalismo y pudo ser una perfecta bisagra para atemperar los posibles excesos del PSOE y del PP. Con la ausencia de Ciudadanos se refuerza el bipartidismo –que nunca se fue– que se había debilitado en años anteriores.
Vox obtuvo un buen resultado. Ha crecido en votos y en escaños y, sobre todo, ha logrado consolidar sus siglas y su programa. Ahora se sabe que las papeletas que se destinan a Vox no son votos perdidos. La victoria de Isabel Díaz Ayuso en Madrid es una señal al PP de que una parte de sus votantes quieren actuaciones claras y directas en lugar de circunloquios y eufemismos.
Los partidos a la izquierda del PSOE no han logrado en Cantabria superar el umbral mínimo y se quedan fuera del parlamento autonómico, a la espera de recuperar en los comicios generales.
Desde hoy lo importante es conocer cuál será el proyecto del Partido Popular de Cantabria. Aun no se sabe si desean un pacto de gobierno con Vox, que permita un aparente gobierno sólido, o si optarán por acuerdos, no tan explícitos, y gobernar en solitario con concesiones (léase cargos y áreas de poder) bien a Vox, bien al PRC.
Cambiar de gobierno nada significa. Lo importante es la línea de actuación que traen los nuevos gobernantes. El Partido Popular tiene ante sí un reto de gran dimensión. Está obligado a exigir al gobierno nacional, que posiblemente sea de su mismo color, que cumpla y pague la deuda histórica de la región. Junto a eso debe reducir la carga fiscal para hacer de esta tierra una comunidad competitiva y atraer inversiones. La agilización de los trámites burocráticos es otro de los retos a afrontar. En las materias medulares: sanidad, educación, dependencia tiene una tarea ingente, que pasa por la colaboración público privada.
Afrontar esa nueva política requiere talento… pero sobre todo voluntad, tenacidad y arrojo, porque la oposición será dura.
Los populares deben definir su estrategia. Tienen que elegir entre un pacto de gobierno o lanzarse en solitario buscando en cada proyecto apoyos, bien en el PRC bien en Vox.
En otro plano de análisis del resultado del 28 de mayo, es importante el hecho de que en Cantabria, por primera vez en la historia, una mujer será presidenta del gobierno y además, coincidirá con otra mujer en la Alcaldía de Santander. Dos mujeres en los puestos más importantes y de mano del PP, un partido al que siempre se le tacha de machista.
El brusco cambio de rumbo dado ayer por Pedro Sánchez modifica el panorama de los próximos meses. El adelanto de las elecciones generales al día 23 de julio es una decisión acertada. Mantener un gobierno durante medio año, tras una derrota tan severa, no sería bueno ni para el PSOE, ni mucho menos para los españoles.
Sánchez tiene defectos y virtudes, como cualquier mortal y entre sus virtudes está la audacia y la capacidad resolutiva.
La situación económica, social y, sobre todo política, no soportaría seis meses de un gobierno tocado, sin respaldo y con un horizonte a corto plazo. Se especula con que este adelanto electoral lo hace el presidente porque le conviene. Es posible. Pero en esta ocasión la decisión de Sánchez es buena para los españoles, porque evita una etapa de interinidad que resultaría nefasta.
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