Secciones
Servicios
Destacamos
Había una vez un precioso valle, con verdes montañas y ríos cristalinos, con una orografía complicada y cuyos vecinos deseaban disfrutar de sus pueblos con los mismos servicios que el resto de los habitantes de su tierra. Después de años de felicidad, la ilusión del ... valle se truncó el día que, pese al esfuerzo de médicos y enfermeras, la prestación de servicios básicos de salud empezó a desmoronarse sin que el Gobierno hiciera nada para remediarlo.
Cabezón de Liébana y Pesaguero se quedaron sin médico titular. Los enfermos comenzaron a soportar viajes de hasta ocho horas para llegar a su centro asistencial. Los padres y madres, abuelos y abuelas, eran recogidos en un pueblo y conducidos por sinuosas carreteras para ir a buscar a más pacientes en otras localidades y llevarlos a los hospitales a cientos de kilómetros de casa.
Cansados de esta sin razón, los vecinos comenzaron a protestar. «Todos a una como en Fuenteovejuna», se decía por las calles. Durante tres semanas, se reunieron en la plaza del pueblo más grande, pidiendo una solución al responsable sanitario de la región. La respuesta fue decepcionante y a futuro: autogestión, nada de refuerzos, ni de cubrir las vacantes.
La tristeza, la desilusión y la impotencia comenzaron a llenar casas y plazas. Y todo fue a peor. La pediatra se jubiló y no se planeó su reemplazo. Ella, amante del valle y de su trabajo, se quedó algo más de tiempo para no desatender a los 468 niños y niñas, esperando un relevo que nunca llegó. El día de su partida desapareció la atención personalizada que ofrecía. Los niños y niñas comenzaron a ver a un médico diferente en cada visita, empeorando sus diagnósticos y tratamientos.
Como en todas las historias, hay una heroína. En nuestro caso, una vecina, madre de un niño de 2 años, se lanzó a recoger firmas reclamando un pediatra. Y el pueblo respondió: más de 11.500 firmas en un valle despoblado. Entonces empezó a llamar a las puertas de los políticos. Primero al máximo responsable, nada. Luego a su alcalde. Nada, sólo obstáculos.
Pero nuestra heroína no se amilanó. Organizó una reunión pública para entregar las firmas y seguir luchando. Acudieron vecinos y otros alcaldes preocupados, como los de Camaleño y Vega de Liébana, pero no el responsable de salud que podía solucionar el problema.
La frustración dio paso al enfado. La gente no entendía que una petición tan unánime no tuviera escucha ni respuesta. Y entonces empezó la desinformación, los chismorreos, el intento de descrédito de la heroína, sencilla y discreta, que sólo quería un pediatra para los niños del valle.
Ella siguió su lucha. Y un día se anunció que se cubriría la plaza del pediatra. «¡Qué alegría! Todo ha valido la pena», pensó. Pero pronto se truncó al saber que la interesada dudaba aceptar ser pediatra de dos valles, como le exigían los políticos de la salud. «¡No!», gritaron en los pueblos. «¡No!», gritaron en las plazas. No admitiremos que los 468 niños y niñas del valle y los cientos de visitantes no tengan un pediatra a tiempo completo. No es posible que un solo médico se ocupe de los niños de 800 kilómetros cuadrados y en dos valles separados por más de una hora en coche. ¡No se puede exigir a un médico que esté todo el día de arriba abajo por carreteras de montaña!
Y la lucha continúa, pero ahora los vecinos saben la verdad. No los rumores malintencionados, las posiciones políticas ambiguas, ni las medias verdades del mal gestor. Ahora toca ser sinceros y gestionar bien los recursos. Ahora toca priorizar la plaza de pediatra de Liébana por encima del resto de las plazas de Cantabria. Ahora toca dar incentivos a los médicos y a los profesionales sanitarios del medio rural, cubrir sus gastos de alojamiento, sus desplazamientos, apoyarles económica y profesionalmente y animarles a seguir con la labor impagable, y nunca suficientemente reconocida, de cuidarnos hasta en los lugares más recónditos de nuestra tierra. Ahora toca Liébana.
Como en toda historia, toca un final feliz. Un final escrito por los vecinos y vecinas del valle, con una heroína que luchó por un pediatra para su hijo. Todos juntos se rebelaron contra la injusticia, la necedad de algunos políticos y la falta de empatía de otros. Pero el final feliz tendrá que esperar, porque la historia todavía se está escribiendo. Y tras el final feliz se retomará la historia de un valle precioso de verdes montañas salpicadas de nieve que dijo «¡basta!» al silencio cómplice y la obediencia partidista que solo trae miseria y exigió amplitud de miras y lealtad para afrontar los problemas. Sólo cabe este final.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.