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Quiero hacerme eco de un libro del que se han vendido 220.000 ejemplares poco tiempo después de su publicación. La obra lleva por título 'Dios existe y tenemos las pruebas' y ha inundado Francia de fervorosos entusiastas y de críticos feroces. Sus autores, Michel- ... Yves Bolloré y Olivier Bonnassies, son creyentes pero sostienen que no abordan el tema desde la fe sino con un planteamiento racional y teniendo en cuenta los últimos avances en los campos de la física, la cosmología, la biología...
Su tesis central es que los descubrimientos llevados a cabo por los científicos en el siglo XX para explicar el universo exigen la existencia de un creador. No pretenden demostrar científicamente, en sentido estricto, la existencia de Dios. Más bien presentan una serie de indicios que, examinados conjuntamente, permiten al lector llegar a la conclusión de la necesidad de un creador.
Los escritores distinguen muy bien entre admitir la existencia de Dios y creer en Dios. La fe supone una adhesión a él. Es curiosa y aleccionadora la respuesta de Albert Einstein a una niña que le preguntó si creía en Dios: «Toda persona involucrada en la ciencia acaba descubriendo que una inteligencia superior, infinitamente más grande que el hombre, se manifiesta en las leyes del universo». Recordemos la frase del filósofo griego Parménides: «Nada puede venir de la nada».
Estamos asistiendo en los últimos años a una gran revolución en ciencias como la termodinámica, la cuántica, la relatividad, el Big Bang, la expansión del universo y la extraordinaria complejidad de la biología. Todas llevan a dos conclusiones: La primera es que el tiempo, el espacio y la materia están interconectados, tal y como lo demostró el propio Einstein. Tuvieron un comienzo y tendrán un final. Y la segunda se refiere a que el comienzo provino de una causa externa al universo que las filosofías y las distintas religiones existentes denominan Dios.
Ante la existencia del universo, que es un hecho irrefutable, caben dos posibilidades; o es eterno o es obra de un creador. La comunidad científica está de acuerdo en que el universo no es eterno ni es fruto de la casualidad.
De otro lado hemos de reconocer que la tecnología tiene una doble cara: puede, por una parte, aportar inmensos beneficios a la humanidad y también puede, por la otra, destruir el mundo de muchos modos: una guerra nuclear, un virus, etcétera.
En un momento como éste en el que nos está tocando vivir, Dios puede resultar no un elemento de confrontación sino de esperanza, nos puede ayudar a recuperar la sabiduría y esperanza perdidas.
Otro dato a tener en cuenta es que el libro al que nos estamos refiriendo ha sido revisado por un premio Nobel de Física, el físico y radioastrónomo estadounidense Robert Wilson, descubridor del eco del Big Bang y agnóstico.
Según el libro, las cuatro muestras de que existe un creador son las siguientes: 1ª: El universo no es eterno. La termodinámica predice que el universo tendrá un fin; 2ª: Por lógica, todo lo que acaba comenzó alguna vez. El origen hay que situarlo en un génesis explosivo que ocurrió hace 13.800 millones de años; 3ª: La emergencia del universo tuvo que ser provocada. El azar no serviría para explicarla y se necesitaría una inteligencia superior. Y 4ª: La aparición de la vida no se explica por azar, sin alguien que la ponga en marcha. Ya lo dijo Einstein: Dios no juega a los dados.
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