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La caída de las prácticas religiosas es bastante significativa. Nos hemos adentrado en una nueva era. Pero esto no quiere decir que vamos a ser ateos. En absoluto. No se puede prescindir fácilmente de las creencias. Cuando el monoteísmo se desvanece, la sociedad vuelve a ... formas de paganismo.
El ecologismo pretende ser la principal religión de nuestro tiempo. Lo ha escrito el politólogo francés Jérôme Fourquet: «Quizá estamos a punto de asistir a la emergencia de una nueva matriz, secular y no ya religiosa. Claro, hay diferencias mayores, la ecología se apoya en datos científicos y no en la fe. Pero el ecologismo funciona en el plano sociológico y cultural como antaño la religión católica. Hay semejanzas en los términos y referencias: santuarios de la biodiversidad, agricultores que se convierten a lo bio, anuncios apocalípticos (...) El fin del mundo, para los ecologistas y para los cristianos, está provocado por la culpabilidad de los hombres, que deben expiar sus faltas».
Su reflexión concluía así: «El ecologismo, como antaño el catolicismo, tiene una influencia concreta en la vida de la gente, mucho más que otros relatos políticos. Es propio de lo religioso imponer a los creyentes la conformidad entre su fe y su comportamiento cotidiano. Todos los días hay que seleccionar los residuos, ahorrar energía. El ecologismo, como las grandes religiones, dicta preceptos alimentarios muy concretos: todos los días pues debe evitar numerosos alimentos como el aceite de palma, la fruta que no es de temporada etc.».
El sociólogo Jean Pierre Le Goff ha hablado de «la figura emblemática de Greta Thunberg, que da lecciones al mundo. Sentimentalismo y victimización llegan a lo más alto cuando esta joven rompe en lágrimas en la tribuna, mensajera de mirada sombría sobre el mundo, portadora de una visión binaria, blanco o negro».
Evidentemente, los graves problemas ecológicos que hoy nos preocupan son cuestiones científicas. Pero lo que ocurre es que esta ciencia puede transformarse en una religión, la religión ecológica. La ecología pretende convertirse en una religión para sustituir al cristianismo. Es una forma de panteísmo o el cosmoteísmo. Al cosmos se le convierte en dios: la gente abraza a los árboles o adora a las ballenas, los himnos a la Madre Tierra, etcétera.
El escritor y pensador Gavin Ashenden publicó un artículo provocativo en Catholic Herald titulado «El alarmismo climático es el paganismo moderno». En su texto sostiene que el ecologismo se ha convertido en una nueva religión. Las preocupaciones extremas por el cambio climático y la naturaleza han sustituido las creencias religiosas en una sociedad poscristiana. Ashenden indica que la «ecología ha pasado de ser una ciencia a un movimiento político y de ahí a una religión».
Cuando se habla de ecología medioambiental, se debería hablar también de ecología humana. No solo no van separadas, sino que la ecología humana deber tener siempre prioridad sobre la medioambiental. Los católicos no deberían hablar nunca de naturaleza sin añadir que es creada, y nunca deberían hablar de lo creado sin hablar del Creador: faltaría la perspectiva decisiva y sería como decir que las cosas pueden ir bien sin Dios.
Las nuevas generaciones de cristianos deberán ser minoría influyente, creativa, apostólica. No a base de discursos, sino a base de presencia como testigos, es decir, hacer lo que decimos y ser lo que hacemos. Se trata de existir en la verdad y en la virtud, algo muy difícil.
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