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Hoy se habla mucho de fragilidad emocional como un estadio anterior a la depresión. Es bueno afrontar la primera para no caer en la segunda. ... Suele surgir del modo como procesamos nuestras emociones y nuestra relación con ellas. Abunda el miedo a nuestras emociones. Por eso huimos o procuramos deshacernos de ellas. Unas veces porque son dolorosas y en otras ocasiones porque no comprendemos por qué nos han sobrevenido. La fragilidad emocional se origina cuando nos sucede algo que no sabemos gestionar y entonces o actuamos de forma errática y desorganizada o nos paralizamos. Una persona frágil emocionalmente hablando no se atreverá a enamorarse o perderá un nuevo trabajo por miedo a no saber cómo desempeñarlo bien o por no estar dispuesta a recibir críticas.
Frecuentemente sufrimos por intentar contener nuestras emociones o limitamos actividades e incluso llegamos a aislarnos. Tendemos a dejar muchas tareas para un mañana que nunca llega y evitamos ciertas tareas con el fin de enmascarar nuestros problemas y emociones.
¿Cómo es una persona frágil emocionalmente? Una persona frágil en cuanto a las emociones suele tener un pobre concepto de sí misma y su autoestima es baja o negativa. Entre las características que se observan en estas personas encontramos: incapacidad para gestionar y entender emociones, sensación de que todo en el ámbito emocional les sobrepasa, reaccionan a emociones consideradas negativas de manera sobredimensionada, sensación de agobio ante los problemas sencillos o circunstancias inesperadas, incapacidad para gestionar la frustración, dificultades para tener el control de la propia vida, sienten que las personas de su entorno les hieren, decepcionan o traicionan, baja energía, apatía, melancolía constante, ante la frustración suelen reaccionar con rabia y violencia.
La fragilidad emocional hace que las personas crean que no se encuentran a la altura de muchos retos de la vida diaria y suelen terminar haciendo una montaña de un grano de arena, simplemente por no aceptar lo que sienten. ¿Cómo afrontar la fragilidad emocional? Pueden venir bien estas tres claves: primera, tomar conciencia de la debilidad emocional con la que vivimos. No tener miedo a explorar los pensamientos, las emociones y los conflictos internos. Segunda, asumir la responsabilidad de uno mismo. No somos víctimas de entorno ni de las personas que nos rodean. Somos nosotros mismos los que hemos de afrontar la realidad y asumir que tenemos herramientas para gestionar y vencer las adversidades. Hay que trabajar la reciedumbre, la autoestima y el autodominio. Tercera, sanar el pasado para que deje de pesarnos como una losa que no podemos acarrear y generar cambios en el presente. No quedarnos pasivos. Es verdad que a todo cambio le suele acompaña una sensación de miedo. Pero si se superan los miedos que nos detienen emocionalmente se podrá ser cada vez más fuerte a la hora de dominar las emociones.
Si el manejo y afrontamiento de nuestras emociones llegara a rebasarnos, es momento de contar con la guía de un profesional que nos ayude. ¿Por qué si no nos produce miedo consultar con un médico, nos va a producir angustia tener que visitar a un psicólogo o psiquiatra?
Mucho se habla hoy sobre la resiliencia, esa habilidad de sobreponerse a la adversidad y salir adelante con aprendizaje y crecimiento. Ser resiliente es irse fortaleciendo cada vez más con la experiencia, pero no todos podemos lograrlo fácilmente, existen quienes viven con fragilidad en la vida emocional.
Hay que cultivar lo que se llama sensibilidad, esa cualidad que nos fortalece, y nos permite saborear la vida, apreciarla, agradecerla y ser creativos. La sensibilidad no nos rompe, nos construye, es la diferencia ante la fragilidad.
Podemos terminar preguntándonos: ¿cómo actúa la religiosidad para proteger contra la fragilidad emocional? 1º) Las diversas religiones fomentan la unidad y reducen el individualismo. Personas amigas o cercanas pueden quitarnos los miedos y ayudarnos a afrontar positivamente las emociones. La comunidad religiosa crea normalmente una red de amistades y apoyos, que reducen la soledad y la posible depresión. 2º) La gente religiosa suele llevar una vida tranquila que huye de excentricidades. 3º) La gente religiosa tiene mejores hábitos de salud: ingiere menos alcohol, fuma menos, etc...). 4º) La fe cristiana aporta fe y esperanza. Dios es un Padre bueno que nunca nos deja de su mano, tenemos una Madre en el cielo que nos cuida y nos protege, Jesucristo nos enseña a encajar los sufrimientos y nos da fuerzas para levantarnos de nuestras caídas.
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