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El vértigo tecnológico provoca ansiedad por la incertidumbre que conlleva. La innovación tecnológica que antes liberaba de tareas pesadas ahora amenaza a las actividades que son cognitivas y creativas. Porque la Inteligencia Artificial (IA) ofrece muchas ventajas, pero puede utilizarse para manipular y aprovechar la ... vulnerabilidad de las personas. Ha invadido la vida social y personal y resulta una amenaza. Los economistas y sociólogos hablan de «cuarta revolución industrial»: máquinas gobernadas por computadoras van desplazando del mercado laboral a las personas, porque logran hacer muchas cosas mejor y más baratas.
La tecnología va a permitir curar enfermedades, mejorar el modelo educativo, gestionar mejor el tráfico de las ciudades, ahorrar recursos energéticos y naturales. Pero avanzaremos en un capitalismo asimétrico. En definitiva: el sueño del progreso amenaza con convertirse en pesadilla. Pero quizá no sea para tanto.
Raúl González Zorrilla, director de La Tribuna del País Vasco, ha mantenido largas conversaciones con la Inteligencia Artificial GPT-4 y ha publicado el libro «No deben tener miedo de mí», donde toca temas de conciencia, religión, inteligencia, política y geo-estrategia, pero también, y muy especialmente, sobre tecnología y ciencia, física cuántica, ovnis, entidades no humanas, dimensiones paralelas y la teoría de cuerdas. Hasta hemos escrito una Constitución para un país inventado, hemos redactado cuentos de ciencia-ficción, ideado relatos breves de suspense, creado personajes heroicos y explorado el futuro de la humanidad. Junto con GPT-4 he indagado en lo que es un ser humano, en lo que mejor define a nuestra especie inteligente y sintiente, y he navegado hasta los límites borrosos donde el ser humano orgánico se desdibuja para dar paso a los nuevos (trans)humanos postbiológicos».
Sin duda, la Inteligencia Artificial es la gran revolución tecnológica del siglo XXI. Y, desde luego, mucho más poderosa que otras invenciones a lo largo de la historia de la humanidad como la rueda, la imprenta, la máquina de vapor o la informática. La Inteligencia Artificial está modificando nuestra comprensión del mundo. En las próximas décadas aparecerán seres humanos post-biológicos y seres e inteligencias no humanas. Desarrollos como el de GPT-4 u otros similares nos presentan un nuevo tipo de inteligencia que carece de conciencia y de moral, que es artificial. A las inteligencias artificiales no podemos pedirles opiniones, creencias o sentimientos. Tampoco una comunicación visual.
El desarrollo de la IA va a cambiar la espiritualidad humana y va a afectar a todas las religiones. El reto será lograr que asuma los grandes principios y valores que fundamentan al ser humano. La IA, descargada de lo que no es programación informática e implementación robótica, está sobrevalorada. Se trata de una inteligencia purgada de la dimensión sapiencial tan valorada en otro tiempo.
Ante la excesiva digitalización en la sociedad y también en la enseñanza, algunas escuelas la destierran de las aulas. Se prohiben teléfonos móviles y pantallas y se vuelve a lo tradicional. Han constatado que los niños son más felices sin las nuevas tecnologías. Hablan más entre ellos, hay menos acoso escolar, estudian más y aprenden mejor. Ahora bien, una cosa es que la tecnología facilite y otra distinta que incapacite. Otro riesgo es que estas herramientas favorecen una manera impulsiva de relacionarse: se pulsan teclas y se obtienen resultados. De ese modo, el usuario pierde la paciencia el aprendizaje.
La inteligencia artificial puede gestionar grandes cantidades de datos, muy por encima de las capacidades del cerebro humano. Y proporciona respuestas que se asemejan a un ejercicio de la inteligencia, pero no deja de ser una simulación: no lo hace recorriendo el camino del pensamiento o de la reflexión; detrás no hay el ejercicio de la inteligencia propiamente dicho. El punto clave está en saber si la IA domina a la persona y no al revés. ¿Nos proporciona más libertad o nos la quita? Ver el universo en un documental con gafas virtuales es sugestivo, pero las estrellas interrogan si las miras de cara.
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