La pornografía no es un juego

En la pornografía actual hay adolescentes que consumen más de mil horas y han empezado a los 7 años. Los vídeos que ven están diseñados para activar el componente de recompensa del cerebro, que produce dependencia. Hay muchas formas de gestionar las emociones sin asociarlas a la pantalla. Luego no van a tener recursos para enfrentarse a la vida real. Y aún peor cuando sea adolescente porque tendrá muy poco autocontrol y muy escasa capacidad para gestionar los impulsos. Se ralentiza el desarrollo de unas funciones cognitivas que serán muy importantes en la etapa adulta.

Cuando los adolescentes comparan el ideal sexual derivado de la pornografía con su sexualidad real, experimentan una frustración muy alta y una presión de rendimiento que muchas veces impacta en la propia relación sexual. Tendrán dificultades para alcanzar la excitación, para llegar al orgasmo. Se han acostumbrado a una manera muy digital y muy artificial de vivir la sexualidad.

En lo tocante a agresividad y violencia, algunas chicas jóvenes, para agradar al hombre, realizan determinadas prácticas que ni les gustan, ni las desean, ni las disfrutan. Pero van erotizándolas, y condicionando su excitación a ello. A mayor uso de pornografía, mayor probabilidad de violencia, de agresividad verbal y física, estereotipos de género, visión de la mujer como un objeto, tendencia a culpar a la víctima de una violación en lugar de al agresor… ¿No tendrán aquí su raíz las violaciones perpetradas por menores que nos escandalizan últimamente? Hay pacientes que emplean la pornografía violenta para replicar el daño que han recibido, lo cual implica un componente traumático. Hay una relación directa en diferentes niveles entre la pornografía y la violencia. El hecho de que se pueda grabar esta pornografía violenta entre jóvenes es una novedad que implica mayor riesgo, aporta un plus de reconocimiento completamente malentendido. En una sociedad en la que internet es «lo que mola», todo lo que tenga que ver con internet incentiva a los adolescentes.

Los empresarios del porno saben que un joven consumidor de pornografía será un adicto que pronto les entregará su dinero. Por otra parte, se esforzarán por presentar como normal lo que nada tiene de normal. Porque la pornografía cosifica a las personas, las presenta como objetos de uso y consumo. El porno mata el amor porque lo contrario de amar es utilizar. El porno es mentira, es ficción. Muchos toman drogas para permanecer enganchados a ellas, hay muchas muertes prematuras por dicho consumo y por el suicidio. ¿Hay posibilidad de recuperarse? Sí, pero no es fácil ni rápido. Las adicciones son resistentes, hay recaídas. Los pacientes tardan de uno a tres años en recuperarse, con momentos complicados durante la terapia. Algunos abandonan el tratamiento por frustración, por impotencia… A los padres me gustaría decirles, termina diciendo el doctor Villena, que no hay que renunciar a educar en la sana visión y vivencia de la sexualidad. De lo contrario, llegará un momento en que el porno se convierta en educador de los niños y jóvenes. Eduquemos en nuestras familias y pidamos que se haga en los colegios y parroquias.