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Ultimamente se manosea la idea de España en cada día de la política . Se quiere desvirtuar la Constitución española que habla de nación única y patria común igualitaria de todos los españoles. Contra esa Constitución se esgrime una nación de naciones. Juego de palabras nada ... inocente. Se trata de querer contentar a minorías que no quieren juegos. Nada va a contentar a quienes quieren ser nación propia sin España.
Lo español languidece mientras se agita un cóctel de fragilidad institucional, insultos y deslealtades constitucionales.
Han tomado la iniciativa quienes distorsionan la realidad de una Historia común que, por otra parte, deploran. Todo les es poco para mostrar rechazo a lo hispano como si se tratara del lugar común de una raza inferior.
La educación es la primera víctima de aquellos tejemanejes de la Carta Magna. Mal se empieza cuando ya de niños los nuevos ciudadanos padecen una educación sin estructura y lengua comunes, además de ser directamente disolutiva de cualquier idea de unidad nacional. Incluso se educa en la idea de unos (superiores) contra otros (inferiores) con el desparpajo propio de irresponsables irredentos. Los conductores separatistas abusan de la debilidad parlamentaria del Gobierno. No disimulan en decirlo abiertamente. Exprimen la oportunidad única que se les presenta. Manejan un vaso comunicante abierto de debilidad a fortaleza. Desangran al Estado débil.
Nación vasca, nación gallega, nación catalana… Tal es lo último que se expone a una opinión pública silente que ignora la gravedad económica del suelo que empezamos a pisar con tanta división, desigualdad y enfrentamiento.
Incluso se habla ahora desde partes del Gobierno español de federalismos. Los llaman asimétricos pero no deja de ser otro juego de palabras impuesto por las regiones ricas para dejar de lado a las pobres. Hay un claro tufo anticonstitucional en el ambiente. Se está perdiendo la fortaleza que da el seguimiento sin trampas de nuestra Constitución.
Los separatistas manejan ya a pleno rendimiento planes inmediatos para obtener su nueva Arcadia. Primero hacen enfermar a la nación española y luego dicen que se van de ella porque está enferma. Aquel 'procés' no era otra cosa que una treta para acabar con la España constitucional. Pero perdieron su desafío al Derecho de todos. Lo chocante es que ahora han pasado de ser perdedores a ganadores. Se oye que el gobierno de izquierdas de Madrid va a premiarles con un concierto económico –privilegio– a la carta. He aquí una entente extraña. ¿De cuándo van juntos socialismo, nacionalismos y privilegios?.
Somos una nación de errores y aciertos, pero brillante. Españoles universales como Lorca supieron reseñar nuestras singularidades tales como ser puente de la lejana India a esta parte del Mundo. De allá vino para quedarse la estructura de nuestro Canto Jondo, el canto más antiguo de Europa.
Y es que, en efecto, hemos sido siempre pueblo de sincretismos. Hemos fusionado con éxito culturas diversas. Pero con una idea clara de la unidad, de las más antiguas de Europa.
Se echa de menos un consenso de todas las fuerzas políticas para evitar una disolución nacional como la que campea. Es preciso dejarse de divisiones en lo fundamental. La base de una nación es ser patriotas sin complejos. Luego vendrá ser de izquierdas o derechas. ¿O es que sólo son patriotas respetables los que quieren ser naciones al margen de España y los demás patriotas españoles somos fachas? ¿O es aberrante nuestra Constitución por decir España patria común e indivisible de todos los españoles?
En esto de la nación hemos de vernos en los vecinos franceses para quienes ser francés –sean catalanes, vascos, bretones o aquitanos– es un valor republicano de igualdad incuestionado e incuestionable.
Aquí , sin embargo, el valor de la igualdad está a punto de venirse abajo. Se vislumbra un puente roto de derechos entre iguales. Los políticos extraviados deben encontrar en los árboles, como lo hizo Gaudí para su arquitectura, el orden natural de lo sencillo. Esa sencillez es el lenguaje que entendemos también los ciudadanos: una nación es, por definición, una, no varias.
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