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Muchos lugares de Cantabria ya han superado el carnaval y las chirigotas. También Santoña ha podido 'murguear' con los ecos de lo sucedido en el 22. Lo que nadie podía imaginar es que, con el nuevo año, surgiera lo esperpéntico de trenes nuevos que no ... caben en sus túneles. Pocas veces los letristas carnavaleros se han visto en otra igual. Han tenido que renovar sus letras rápidamente porque la actualidad se lo ha puesto, como se dice coloquialmente, a huevo.
Aunque hablando de pifias, la que se lleva la palma del error sostenido es el túnel submarino de la bahía de Santoña para el Saneamiento del Asón y marismas. Algo que ya empezó en 1993 con la urgencia declarada por Europa para el Saneamiento de las marismas. Pero la urgencia no se ve tras 30 años de gestión y obras de hacer y deshacer.
La Administración central, también con colaboración regional, realizó un proyecto que suponía llevar todas las aguas fecales de los municipios del Sur de la bahía mediante un túnel submarino entre Santoña y Laredo. Una solución que a los santoñeses les pareció probadamente disparatada, sobre todo habiendo soluciones alternativas más baratas.
Pero esa Administración implacable y pelín soberbia, que todo hay que decirlo, pasó por encima de Ayuntamiento y vecinos y empezó ese túnel incierto, meses más tarde tuvo que pararlo a 30 metros de profundidad y a toda velocidad porque se les venía encima el agua de la bahía. En estos días de inicio del 23 han tenido que taponarlo con cerca de 3.000 metros cúbicos de hormigón especial. Total, cerca de 10 millones de euros de gasto superfluo entre la tuneladora enterrada, el túnel equivocado y su actual cegado de hormigón. Amén de que ahora quieren hacer otro túnel paralelo al desechado sin saberse cómo. Desde luego, las marismas siguen contaminadas y Europa vigilante y extrañada de cómo se utilizan sus dineros.
El caso de este túnel submarino es menos mediático que el de los trenes y sus túneles, pero no menos grave.
Hay datos de la OCDE que sostienen que en España podríamos ahorrarnos 60.000 millones de euros anuales si las diferentes administraciones dirigidas por nuestros políticos planificasen y ejecutaran las obras públicas con mayor eficiencia.
A lo peor es verdad ese despilfarro de recursos porque sólo en Santoña hay tres ejemplos de gasto incomprensible; a saber: Escuela Náutico Pesquera nueva de cinco millones de euros cuando en la Lonja pesquera del Gobierno regional hay espacio inutilizado suficiente para ella; nuevas escuelas por otros cinco millones de euros previo derribo del estupendo edificio racionalista actual de la escuela Juan de la Cosa porque dicen que es más caro arreglarlo que hacerlo nuevo (actualmente funciona perfectamente, por no hablar del descenso de matriculaciones escolares); y ahora lo del túnel mal concebido, peor hecho y recién taponado bajo la bahía. Algunos han leído mal a Keynes en lo de hacer obra pública para estimular también la economía. Como se sabe, nunca dijo el eminente economista que aquella obra pública tuviera que ser hecha y deshecha, y mucho menos contraria al sentido común.
Lo de los trenes de cercanía y sus túneles de ahora ha puesto de relieve lo que ya sucedía en sitios como Santoña a pesar de la denuncia ciudadana, nunca atendida pero sí despreciada y tenida como ruido molesto. Aquí, y en lo de los túneles ferroviarios, ha habido errores de bulto en el diseño, trazados mal hechos y ninguna transparencia. Que se lo digan a los cientos de vecinos de Santoña a los que se va privar del descanso de por vida al colocar el equipo de bombeo de un nuevo túnel a 20 metros de sus casas. Había y hay otras soluciones concurrentes con los derechos vecinales y con los intereses generales y la economía, pero no quisieron ni quieren mostrar humildad ante el fiasco cometido. Por supuesto, no aparecen los responsables.
Eso de 'cortar cabezas' tras los errores ya no sirve, ni siquiera como propaganda y retórica. Lo que importa es poner cabezas buenas en los puestos de decisión. En esto los ciudadanos somos muy culpables con nuestra escasa exigencia al votar.
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