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Casi uno se emociona cuando aparece en la biblioteca un libro del gato Micho que nos enseñaba a leer hace 40 años o una enciclopedia, ya casi un incunable como era 'la Álvarez' que, salvando ideologías, era lo único que había, formada por tres libros ... correspondientes a lo que serían nuestros ciclos de Educación Primaria y Secundaria. Y aquí estamos, no nos ha engañado nadie, como dice mi padre y decía mi abuela. Somos y hemos sido muy competentes y luchamos cada día por serlo más.
Y es que es bien cierto, los niños aprenden. Aprenden a pesar de todo, de toda circunstancia y por encima de lo malos o lo buenos que seamos los docentes. En un mundo que cada vez nos obliga a ser más competitivos que no competentes, tenemos generaciones pasadas que lo han sido y presentes que lo son, aunque se empieza a poner en cuestión lo que serán de competentes las venideras.
Nos estrujamos las mentes en buscar metodologías innovadoras y punteras –aprendizaje por competencias se llama– con las que se supone que enseñamos a los alumnos a desarrollar estrategias en un mundo que no nos permite pararnos a pensar y que se mueve por inercias que no han cuestionado demasiado los que se dedican a elaborar estas metodologías, que cuentan con el alumno sin analizar las necesidades del mismo ni su punto de partida.
Lástima que con todas estas elucubraciones se hayan olvidado herramientas y destrezas tan necesarias en la evolución de ciertas áreas de conocimiento que permiten el desarrollo integral del alumno. Preferimos pelearnos por digitalizar todo lo posible nuestras aulas, generando el discurso bélico para algunos por su reparto y alimentar titulares, antes de cuestionarnos en qué podemos mejorar. Nos hemos olvidado de la importancia de trabajar la lectura, la comprensión, el análisis, la crítica... Queremos limitar el uso del móvil y las redes sociales porque causan graves y serios problemas de atención y concentración, dicho por los que sí que saben de educación, y en cambio se establece un tiki taka en cuanto al reparto de pizarras por parte de algunos que deben de pensar que son fundamentales porque alimentan intereses para mantener abierta la gresca por aquello de a río revuelto…
Mientras tanto PISA arroja tal vez sus peores datos, dentro de que nuestra comunidad como una de las mejores de España posiblemente por la calidad de nuestros docentes de ambas redes que tienen que convivir con situaciones surrealistas de 'burrocracia' en la que, aunque nos hemos comprometido a no talar árboles, no hacemos más que rellenar papeles y enredarnos en tareas que van en detrimento del tiempo que se debe estar con el alumno en el aula. Menos mal que esto lo exigen los que saben del tema y confeccionan la legislación.
Tal vez debamos pararnos a pensar en qué debemos mejorar. Que la Lomloe fue una ley polémica por sus planteamientos competenciales y estar fuertemente ideologizada, ya lo dijimos algunos. De aquellos polvos estos lodos. Ahora arrojan unos resultados a tener en cuenta en el ámbito educativo que bien merecen un análisis e interpretación de quien sepa de pedagogía y educación pero, desde luego, algo hay que hacer.
Tal vez como idea, podríamos rescatar lo que servía cuando hace 40 años sólo se aprendía con un libro o nos hacían leer con dibujos de un gato, que trabajaba la psicomotricidad, los trazos, las fórmulas, los contenidos, el pensamiento crítico y en definitiva lo que nos hacía más competentes. Ahora los niños tienen muchas más cosas, que no herramientas, en la palma de sus manos y en cambio no son capaces de resolver holgadamente los ítems que evalúa PISA.
La sociedad debe tender siempre a avanzar, a generar el compromiso de todos: políticos, docentes, familias y alumnos. La educación debe ser un pacto estable que mantenga unos mínimos estables que garanticen las destrezas básicas para defenderse en la vida. Salvaguardar la educación de ideologías, creencias y negocios varios, pero que sea garantista de unos mínimos en su contenido inamovibles en los que también tengan cabida las competencias pero siempre apoyadas en una base de conocimientos que vertebren las distintas áreas.
Rescatemos aquello que funcionaba, que nos hacía aprender casi sin darnos cuenta. No tachemos de obsoleto lo que no está en el candelero, porque los resultados educativos no deben ser cortoplacistas. No desmerezcamos el tiempo que nos hacen perder los nuevos planteamientos legislativos del Ministerio. Un ejemplo en algo tan importante como es la FP que pretende en tiempo record dar vuelta a todo los que había en cuanto a convenios con empresas y una nueva reforma que pone patas arriba a todas las Administraciones territoriales invadiendo de trámites 'burrocráticos' pilotados por Europa, que restan calidad humana y tiempo a las relaciones, entorpeciendo aquello por lo que luchamos que es avanzar. Las prisas no son buenas si lo que queremos es llegar lejos.
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