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El próximo mes de julio se cumple el centenario del llamado Desastre de Annual. La revuelta liderada por Abd el-Krim en el entonces protectorado Español de Marruecos, provocó el mayor desastre de nuestra historia militar reciente, con unos diez mil hombres muertos ... , muchos de ellos salvajemente torturados antes de ser finalmente asesinados a sangre fría (degollados, castrados, maniatados con sus propios intestinos...) De manera casi milagrosa, Melilla se salvó de ser tomada por las cabilas rifeñas alzadas en armas. Si lo hubieran logrado, la matanza, tortura y violación de la población civil, hubiera escrito una de las páginas más negras de nuestra historia.
Cien años después, Ceuta ha sido impunemente asaltada y tomada por miles de marroquíes que simplemente se han tenido que dar un tranquilo baño playero para penetrar en la ciudad; mientras otros miles de compatriotas suyos apedreaban salvajemente al exiguo contingente de nuestras Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado apostado tras la valla. Es llamativo que de momento no se haya repetido la operación contra la ciudad autónoma de Melilla, aunque sin duda tiene una explicación porque todo está claramente auspiciado por el Gobierno marroquí que nunca da puntada sin hilo y mide con precisión los tempos de sus actos y escenificaciones.
Celebramos también este año otro aniversario redondo: se acaban de cumplir 45 años de nuestro precipitado abandono de la entonces provincia del Sahara Español. En aquella ocasión, el entonces rey de marruecos Hassan II ideó una jugada maestra: la llamada Marcha Verde. Movilizó a miles de súbditos y los lanzó «pacíficamente» sobre la frontera, provocando con ello la intervención de la comunidad internacional, forzando una negociación de urgencia con el débil Gobierno de Arias Navarro (Franco agonizaba...) y logrando hacerse con el vasto territorio, rico en recursos mineros, en cuestión de días.
Lo que acaba de pasar en Ceuta es otra genialidad parecida, en esta ocasión impulsada por su heredero, el rey Mohamed VI. Los súbditos marroquíes, claramente instrumentalizados por sus autoridades porque sólo así se explica la descarada connivencia de la Gendarmería Real, han llegado a Ceuta por millares (más de ocho mil), «sin pegar un tiro», en una novedosa versión de la Marcha Verde; esta vez Marcha Azul, por mar.
Hay que reconocer que Marruecos tiene sobrados motivos para estar enfadado con España. La entrada clandestina en nuestro país -con identidad falsa- del líder del Frente Polisario Brahim Ghali, ha provocado una crisis diplomática con el reino alauita nunca antes vista desde la crisis del islote de Perejil. Ciertamente, la afrenta española tiene difícil justificación, ni siquiera alegando razones humanitarias, cuando además el oscuro personaje tiene causas abiertas en la justicia española por detención ilegal, torturas y lesa humanidad.
El grave error (¿o ha sido premeditado?) cometido por nuestro Gobierno ha tenido consecuencias inmediatas. Era evidente que Marruecos no iba a tolerar el desaire y actuaría en consecuencia. El hecho cierto es que, una vez más, está jugando brillantemente sus cartas, defendiendo con imaginación sus intereses. Nos vuelve a retorcer el brazo en un momento de nuestra historia en que nuevamente nos ven vulnerables; con un Gobierno débil y errático, entregado una vez más a los nacionalismos, acomplejado con nuestra historia, indeciso a la hora de apostar decididamente por la defensa de un pueblo saharaui que realmente nunca nos quiso y nos combatió con las armas o, por el contrario, por unas decididas relaciones con un país con el que estamos condenados a entendernos por ser clave en la defensa de los intereses de España y Europa. Marruecos es, entre otras cosas, nuestro muro de contención al avance Yihadista que proviene del Sahel.
La administración estadounidense, siempre tan pragmática en su política exterior (da igual que el presidente sea republicano o demócrata), tiene claro su interés en afianzar su posición estratégica dominante en el estrecho, fortaleciendo las relaciones con Marruecos y consolidando su poco democrático régimen. Acaban de reconocer su derecho a la anexión del Sahara Español. En contrapartida, Marruecos está gastando cantidades ingentes de dinero en la adquisición de material militar de última generación, con unas inversiones milmillonarias que ya quisiéramos para nuestras Fuerzas Armadas.
Son muchos los analistas convencidos de que Marruecos ganará una vez más este pulso. Ya no tenemos un Aznar capaz de recuperar militarmente Perejil, el único presidente en nuestra reciente democracia que ha sido capaz de plantar cara; si bien es cierto -y esto le resta mérito- que eso lo pudo hacer en un momento político en que nuestra acción exterior había logrado una posición diplomática ventajosa, nunca antes vista en nuestras relaciones con los EE UU. De no haber sido así, no nos hubieran permitido importunar y humillar a Marruecos con aquella exhibición de poderío militar.
Lo que persigue Marruecos con este nuevo desafío a España, ellos lo saben bien y nosotros lo podemos intuir. Lo que va a ocurrir en los próximos días, nadie lo sabe. Pero parece evidente que este nuevo episodio supone un exitoso paso más en su calculada estrategia para lograr una de sus grandes aspiraciones, a la que no renunciarán jamás: la anexión de Ceuta y Melilla. Pero tampoco hay que olvidarse de su creciente apetito por los yacimientos mineros localizados en aguas próximas a Canarias.
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